Personas, familias y empresas sostenibles

1921 1081 Revista RS Edición 95
Por: Gina Paola Díaz Viloria, Supply Chain Manager en Ford Motor Company Colombia.

Administradora de Empresas de la Universidad de La Sabana. Especialista en Logística Comercial de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y Máster en Comercio Internacional de la Universidad de Valencia – España. Cuenta con más de quince años de experiencia laboral en optimización de procesos en áreas de Compras, Logística y Comercio Internacional. Actualmente se desempeña como Supply Chain Manager en Ford Motor Company Colombia.

“La sostenibilidad empresarial hace referencia a la capacidad que tienen las empresas de realizar sus actividades durante un tiempo prolongado, teniendo en cuenta criterios sociales, económicos y ambientales que aseguren la continuidad del negocio.” 

En cuanto al criterio social, generalmente las empresas se centran en aspectos tales como: generar impactos positivos en sus zonas de influencia, asegurar que ellas y sus asociados de negocio cumplan con las normatividades laborales vigentes en cada país, e incluso que no tengan personas en condiciones de esclavitud como infortunadamente se han visto casos, en dar un salario emocional a sus colaboradores y en hacer labores sociales, entre otros.

Pero existe otro aspecto de ese criterio social que me gustaría tratar, el cual se puede presentar incluso cuando todas las normativas laborales se cumplen, cuando se cuenta con salarios justos, lugares y condiciones de trabajo adecuadas, beneficios extralegales, oportunidades de desarrollo, tecnología de punta, etc; dicho aspecto está relacionado con el equilibrio entre las dimensiones del ser humano y su realización plena como un ser integral.

Si bien no existe un consenso respecto de cuáles o cuántas son las dimensiones fundamentales del ser humano, dependiendo del autor que se consulte pueden ser tres, cuatro, cinco e incluso ocho. Para esta referencia voy a citar cinco: 

  • Dimensión biológica o física del ser humano: en esta dimensión el ser humano es entendido como un cuerpo, es decir, como una maquinaria biológica y bioquímica que requiere de cuidados, atenciones y que es susceptible a las enfermedades. El cuidado de este aspecto de nosotros mismos pasa por la alimentación, la actividad física, la higiene, etc.
  • Dimensión social o sociopolítica del ser humano: se refiere a nuestra interacción con los demás, es decir, a nuestra vida social y al rol que jugamos dentro de la red de contactos. La familia, las amistades, los grupos de trabajo, todo en nuestra vida ocurre socialmente y la atención a este aspecto nuestro es clave para nuestro bienestar integral.
  •  Dimensión emocional o afectiva del ser humano: las emociones y los afectos son indispensables para nuestro bienestar como individuos, y la gestión de los mismos es clave para nuestro desempeño en la sociedad; un individuo emocionalmente frustrado tendrá dificultades para llevar a cabo tareas para las que, por lo demás, se halla perfectamente capacitado.
  • Dimensión cognitiva o intelectual del ser humano: la vida intelectual del ser humano tiene que ver con su formación intelectual, su capacidad de razonamiento y su manejo de los saberes que necesita para llevar una existencia lo más plena posible.
  • Dimensión espiritual o moral del ser humano: tiene que ver con la capacidad para sentirse parte de una visión armónica del mundo, es decir, para encontrar su lugar en el orden de las cosas, algo que no es posible hallar a través de la vida cognitiva o la vida social únicamente.”

Me permito citar estas dimensiones con su significado, porque cuando te haces consciente de su existencia, te das cuenta del gran desequilibrio presente entre ellas en todos los ámbitos sociales, desde las personas menos favorecidas hasta las más privilegiadas laboralmente hablando. Lo anterior está llevando a que el síndrome de burnout (quemado laboralmente) sea cada vez más frecuente, con consecuencias físicas, psicológicas, familiares, sociales y productivas cada vez más profundas.

Esto afecta la sostenibilidad de las empresas, porque a lo largo de toda su cadena de suministro interactúan con personas, a quienes les compran es a personas, la forma como operan y producen es con intervención de personas, y a quienes le venden, sus consumidores finales, son personas.

Si la familia, que es la célula fundamental de la sociedad donde se reproducen y crecen las personas, no es sostenible, debido a que cada vez más hombres y mujeres priorizan la realización profesional sobre la familiar; las empresas y la sociedad en general se verán afectados en su sostenibilidad, porque se está presentando un envejecimiento de la población a una tasa mayor que la de natalidad y esto generará en el tiempo una escasez de recursos humanos productivos, especialmente en los sectores de la sociedad con mayor capacidad económica y de acceso a la educación.

Por lo tanto, si las personas no son productivamente sostenibles porque se encuentran enfermas, “quemadas” o no quieren entrar en esa dinámica laboral, como les sucede a muchos jóvenes hoy en día, las empresas se verán afectadas a largo plazo en su sostenibilidad.

Afortunadamente, de unos años para acá nos dimos cuenta de que no podíamos seguir “produciendo a toda costa”, acabando con nuestra “casa común” como bien se refiere el Papa Francisco a nuestro planeta en su encíclica Laudato Si; porque nos íbamos a quedar sin donde vivir y si para algo ha servido esta pandemia de la COVID-19 es para demostrarnos la recuperación que puede alcanzar la naturaleza si los humanos nos detenemos un poco.

Pero creo que llegó el momento de implementar también acciones más efectivas en pro del bienestar de nuestra “casa personal e interna”, cuidándonos como personas, buscando el equilibrio en todas nuestras dimensiones, y no sólo buscando la productividad a costa de todos los demás aspectos de nuestra vida. 

Esta pandemia nos ha demostrado que podemos trabajar desde casa o desde cualquier lugar que queramos y ser productivos, pero tenemos que aprender a dar tiempo a todas las dimensiones de nuestra vida bajo este esquema de teletrabajo.

También nos ha recordado que tenemos familias, aunque hemos tenido que aprender a disfrutar el convivir con ellas mucho más tiempo del que acostumbrábamos; y nos ha hecho volver a valorar la interacción física entre personas que estábamos dejando de lado por la interacción virtual.

La Biblia dice que “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”, así mismo pienso que el trabajo, la productividad, la eficiencia, las empresas, las cadenas de suministro, la tecnología, se hicieron para el hombre, para su desarrollo, supervivencia, bienestar y en un aspecto, para su realización, pero esa no es su realización total ni plena; porque el hombre se hizo para trascender y para ser feliz viviendo en armonía en su interior y con su entorno. Recordemos esto ahora más que nunca que nos encontramos reinventando nuestra sociedad y nuestra economía en esta llamada “nueva normalidad”.