En los últimos años, grandes corporaciones a nivel internacional han centrado parte de sus esfuerzos y presupuestos de sostenibilidad en revisar la gestión responsable de sus cadenas de suministro, en especial sus proveedores.
Esto parte de una premisa: solo tenemos un planeta, estamos íntimamente relacionados en términos sociales y ambientales y, por lo tanto, debemos ver la sostenibilidad con una visión integral y sistémica, en especial en cadenas productivas y de servicios, que es lo que ahora nos ocupa. La pandemia global que enfrentamos nos hace evidente que todos tenemos un futuro común.
Esto tiene su origen conceptual en 1984 cuando se reunió por primera vez la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, ante el llamado de la Asamblea General de las Naciones Unidas para establecer una agenda global para el cambio. La Comisión partió de la convicción de que es posible para la humanidad construir un futuro más próspero, más justo y más seguro. Es así que en 1987 se publicó «Nuestro Futuro Común”, donde se plantea la posibilidad de obtener un crecimiento económico basado en políticas de sostenibilidad y expansión de la base de recursos ambientales.
La visión de cadenas de suministro sostenibles ha sido fruto, principalmente, de un proceso de aprendizaje luego de presentarse diversos casos que pusieron en riesgo la reputación e imagen de empresas que maquilaban parte de sus productos a través de compañías que no tenían claros procesos de calidad y cumplimiento básicos de ley en los países en donde operaban.
A raíz de estas experiencias, las empresas comenzaron a evaluar a sus proveedores con base a diversos criterios sostenibles, entre los que destacan los siguientes:
A pesar de que el ritmo en la adopción de lineamientos de sostenibilidad en Latinoamérica ha sido menor que en otros países, diversas empresas han mostrado un liderazgo destacable e importante compromiso para que sus cadenas de valor conozcan y adopten criterios que contribuyan a identificar y minimizar sus riesgos y, de manera indirecta, el de sus clientes.
En la actualidad, es común encontrar personal directivo y dueños de empresas que no están plenamente convencidos de los beneficios que puede traerles una estrategia basada en la sostenibilidad, pues existe la percepción de que más allá de que pueda generar beneficios, es simplemente un aspecto de control, en ocasiones estético, que trae consigo gastos operativos sin un tangible retorno de inversión. Inclusive, resulta más difícil que identifiquen a este concepto como una herramienta que les ayuda a conocer sus áreas de oportunidad en el corto, mediano y largo plazo y cómo estas generan valor a todos sus grupos de interés en especial a sus accionistas, colaboradores y comunidad.
Una empresa no es sostenible si su cadena de valor no lo es. Cuando las empresas proveedoras se someten a un análisis integral de su sostenibilidad pueden identificar mejor sus riesgos, mejorar su competitividad en términos de diferenciación, productividad e imagen, lo cual deriva en:
- Plan y acciones de mejora
- Cumplimiento y empatía con el cliente
- Facilitar el cumplimiento con otros clientes
Incluso, hay algunas empresas proveedoras que pueden tener acceso a plataformas tecnológicas que les permite organizar, clasificar y mantener la información de tipo sustentable en un solo lugar, lo que facilita los procesos de auditoría.
El futuro de la sostenibilidad definitivamente depende también de las empresas proveedoras, de hecho, todas las empresas proveemos algo, por ello, resulta relevante incentivar su compromiso para la construcción de una sociedad más justa y próspera en equilibrio con el medio ambiente, ya que todos compartimos un futuro común.