Por: Lucio Fernández López, Director de RRHH y RSC de Gomarco – España
Especialista en Recursos Humanos y Responsabilidad Social Empresarial con más de 15 años de trayectoria implementando estrategias orientadas a la competitividad de las organizaciones y a la mejora de los resultados empresariales. Docente universitario y coordinador del máster de RSC de la Cátedra de RSC de la Universidad de Murcia. Actualmente, Director de RRHH y RSC de Gomarco.
Estamos viviendo uno de los momentos más críticos de los últimos tiempos. Un entorno económico incierto, donde se prevén caídas del PIB a dos dígitos y unas tasas de desempleo terribles. Nadie se atreve a decir qué pasará en los próximos meses y, si alguien lo dice, yo le haría firmarlo ante notario para dejar constancia, los seres humanos tenemos una memoria muy frágil cuando nos interesa.
Políticamente estamos teniendo una pandemia de falta de liderazgo (ya hablaré de eso en otro artículo). “Líderes” políticos que juegan con la humanidad en un tablero. Estamos teniendo una convulsión política que, si lo miramos bien, está durando demasiado y con un final aún incierto, pero que debería permitir a los políticos demostrar que lo son. Recordar que la política (del latín politicus y del griego antiguo πολιτικός -civil-, relativo al ordenamiento de la ciudad o los asuntos del ciudadano) es una rama de la moral que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por personas libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva. Es un quehacer ordenado al bien común. En definitiva, grandes altibajos donde determinadas personas se olvidan de la ética, o al menos en parte, para obtener un beneficio personal y no común.
Dentro de este entorno, se encuentra la parte personal que ha surcado un camino totalmente diferente, donde la ética le ha ganado la partida a la estética. Solo voy a entrar en un detalle que conecta perfectamente los dos mundos: el personal y el profesional; un detalle que si lo piensas bien conecta tus mundos, los mundos de cualquiera.
En el año 2015 tuve la suerte de conocer en profundidad a una persona – Diego – que sin él saberlo, ha puesto la definición de lo que supone vivir una sola vida (personal + profesional) sin que una interfiera negativamente en la otra.
La ilusión con la que vive su trabajo, ilusión que a su vez le transmiten los dueños de la empresa donde está, hacen que los éxitos tarde o temprano lleguen. La ética supera a la estética y lo personal a lo impersonal. Y el trabajo ya no es tal y se convierte en vida.
La solución a este mundo incierto, de cambios constantes, de egoísmos incontrolados, de estética y no de ética, solo está en convertirnos en esa persona que ya no trabaja sino que vive, y que su vivencia le permite trabajar. Convirtámonos en “Diegos”. No estaría de más que los políticos pudieran afrontar su profesión de esta manera.
Todos queremos, necesitamos, nuestro momento de gloria, y las empresas deben perseguir que esos momentos sean lo más duraderos posibles. Lo he comentado en varias ocasiones, las empresas necesitan los beneficios, pero no a costa de lo que sea. Y todo nace de la confianza, la tan denostada confianza. La RAE define la confianza como “Esperanza firme que se tiene de alguien o algo” … “Ánimo, aliento, vigor para obrar”.
Las empresas necesitan los beneficios.
Las organizaciones actuales se encuentran inmersas en un entorno cambiante, competitivo, exigente, indeterminado, volátil… Un entorno SUPERVUCA. Las estructuras de personal adquieren cada vez más importancia y los CEOs identifican como clave tener gente con experiencia, formada, con capacidad de adaptarse al cambio, que sepa trabajar en equipo, que sea líder; razón no les falta. Lo que persiguen es tener un personal lo más productivo posible, que sea capaz de aportar beneficios a la compañía, y cuando digo beneficios no son solo económicos.
Realmente, para poder obtener beneficios, debemos buscar personas productivas/rentables. La productividad/rentabilidad solo se consigue en personas cuando se encuentran motivadas y comprometidas con la empresa en la que están trabajando. Hasta aquí seguramente un CEO estará de acuerdo en el planteamiento, incluso lo verá necesario.
La productividad/rentabilidad solo se consigue en personas cuando se encuentran motivadas y comprometidas con la empresa en la que están trabajando.
Pero, no debemos quedarnos aquí, ya que hay que buscar qué es lo que motiva y compromete a un empleado. Nos encontramos con Planes Estratégicos de RRHH donde se articulan innumerables acciones que persiguen este objetivo: conciliación entre la vida familiar y laboral, voluntariado corporativo, coaching, mentoring, retribución flexible, formación, comunicación interna, design thinking y otras muchas. Y, si miramos más detalladamente, podemos coincidir en que todas deben desarrollarse de manera correcta y no como un mero escaparate que hace “vendernos muy bien como empresa”.
Qué pasa si, de pronto, compañías que se dan “golpes de pecho”, orgullosos de sus políticas de RRHH, están olvidando la clave de todo esto: LA CONFIANZA.
Un estudio de Boston Consulting Group señala que los jóvenes (trabajadores del futuro o ya más del presente) tienen como preferencias a la hora de trabajar en una empresa:
- Ser reconocido en el trabajo.
- Buena relación con los compañeros.
- Conciliación de la vida familiar y personal
- Buena relación con el jefe.
Analizando:
- Ser reconocido en el trabajo significa que la compañía confía en lo que haces, te permite llevarlo a cabo y reconoce tus éxitos y tu esfuerzo en los fracasos.
- Buena relación con los compañeros significa que debe existir confianza mutua en lo que hace cada uno de ellos sabiendo que va en beneficio mutuo.
- Conciliación de la vida familiar y personal significa que la compañía confía en que, si estás presente como si no, estás dando todo por conseguir tus objetivos.
- Buena relación con el jefe significa que confía en ti y tú en él.
Algunas consultoras empiezan a implantar la Gestión por Confianza como una evolución humanizada de la Gestión por Competencias, y los resultados que se están obteniendo indican que se trata de un elemento diferenciador que permite obtener una rentabilidad mayor de lo que se venía teniendo.
Si las organizaciones quieren evolucionar y convertirse en ejemplos a seguir, deben tener personas motivadas/comprometidas, que obtengan altos ratios de rentabilidad/productividad, lo que llevará a obtener unos beneficios superiores al resto de competidores. Motivemos a los empleados, a los clientes, a los proveedores, motivémoslos a través de la confianza; de lo contrario, puede que tengamos los días contados.
En este momento es cuando entra lo que he denominado Egoísmo Colaborativo, que se resume en la frase “quiero que le vaya muy bien a los demás para que me vaya muy bien a mí”. Necesitamos que nuestro entorno funcione para que tengamos la oportunidad de desarrollarnos. Solo hace falta ver lo que está pasando a nuestro alrededor para comprobar que es algo necesario que todos trabajemos en esta dirección. Quizás solo sea necesario invertir 5 minutos en pensar cómo puedo mejorar como profesional y como persona.
Estoy convencido de que Diego, y los accionistas de esta empresa, trabajan desde la confianza que los ha llevado a humanizarla y a ser una de las compañías más interesantes y rentables de su sector. Ha conseguido convertirse en una empresa con alma.