Rosmary Lozano Mantilla, CFA
Economista con experiencia en administración de portafolios y estrategia de inversiones. Cuenta con una Maestría en Administración Pública especializada en Desarrollo Económico de la Universidad de Columbia. Actualmente, es la encargada de la Estrategia de Inversión Responsable y Sostenible en las operaciones regionales de Credicorp Capital Asset Management.
En los últimos años, se ha generado una mayor atención por parte de los inversionistas hacia los aspectos ambientales, sociales y de gobierno corporativo (conocidos como ESG en inglés) al analizar y tomar decisiones de inversión. Un estudio de EY a inversionistas institucionales alrededor del mundo identificó que 97% de los encuestados evalúa la información no financiera de las compañías como parte de su proceso de inversión. Esta tendencia no ha sido afectada por la emergencia sanitaria y la recesión económica asociada. Por el contrario, tanto inversionistas como empresas están viendo en la crisis un motivo adicional para revisar sus estrategias y prácticas de sostenibilidad.
Como muestra de ello, EY señala que más de 80% de los inversionistas encuestados considera que la información ESG es más valiosa en contextos de recesión. Asimismo, durante el segundo trimestre del año se lanzaron más de 120 fondos de inversión responsable y sostenible en Estados Unidos y Europa según Morningstar. En América Latina, también vemos este creciente interés reflejado en el número de nuevos signatarios de los Principios para la Inversión Responsable (PRI) promovidos por las Naciones Unidas. Entre marzo y septiembre, los signatarios del PRI en América Latina hispanohablante pasaron de 38 a más de 65.
Diversas motivaciones se encuentran detrás de la popularidad de las inversiones responsables. Uno de los principales argumentos a favor de este enfoque es el relativo consenso entre los inversionistas en torno a la compatibilidad de la inversión responsable con resultados financieros atractivos para los clientes, e incluso, una mejor rentabilidad en el largo plazo. Un estudio de Mercer en 2015 señalaba que aproximadamente 60% de los inversionistas institucionales consideraba que la incorporación de factores ESG tiene un impacto positivo en la rentabilidad ajustada por riesgo.
La incorporación de aspectos ESG al momento de seleccionar en qué empresas invertir permite a los inversionistas identificar aquellas opciones que tendrán buen desempeño financiero y estos retornos además serán sostenibles en el tiempo.
A nivel de las firmas, las prácticas de sostenibilidad y responsabilidad social corporativa se asocian con el desempeño financiero principalmente a través del riesgo, la eficiencia operativa y la generación de oportunidades de negocio. Por un lado, las firmas con prácticas superiores en aspectos ESG estarían menos expuestas a riesgos en sus operaciones o, en todo caso, se encontrarían mejor preparadas para responder en estos contextos. Por otro lado, la sostenibilidad también puede ser una fuente de eficiencia y contribuir a la reducción de costos, como ocurre con la eficiencia energética o al disminuir la rotación laboral. Asimismo, incluir una visión más amplia de sostenibilidad en la estrategia integral de las compañías les permite consolidar sus negocios y su posicionamiento en la industria al anticiparse a los cambios en las preferencias y valores de sus consumidores.
Sin embargo, el consenso acerca de la asociación positiva entre la inversión responsable y la rentabilidad no siempre estuvo presente en la comunidad de inversionistas. En el paradigma anterior regía que un enfoque en prácticas socialmente responsables se traduciría en mayores costos para las empresas y menores retornos financieros para los inversionistas. En la última década, diversos estudios han analizado esta relación empírica. Un meta análisis de más de 2,000 estudios realizado por investigadores de la escuela de negocios de la Universidad de Hamburgo en 2015 identificó una relación positiva entre prácticas ESG y el desempeño financiero corporativo en 62% de las investigaciones mientras que menos de 10% mostró una relación negativa.
Un aspecto fundamental en la integración de criterios ESG es la materialidad de los distintos factores para las compañías e industrias específicas. Por ejemplo, en minería el impacto ambiental directo de las operaciones y las relaciones con las comunidades resultan más importantes que en la industria financiera. En un estudio de 2015, George Serafeim, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, y sus colegas encontraron que las firmas con buenas prácticas de sostenibilidad en temas identificados como materiales para sus industrias superaron en desempeño financiero a las firmas con prácticas deficientes en estos temas. No obstante, las compañías con buenas prácticas ESG no consideradas materiales no presentaron la misma ventaja. Según el autor, las compañías que integran las consideraciones ESG materiales en la estrategia y operaciones de sus negocios alcanzan un mejor desempeño en sostenibilidad, incrementan su atractivo para los inversionistas y se benefician así de un menor costo de capital. Es en este círculo virtuoso donde inversionistas responsables y las empresas dispuestas a avanzar en sostenibilidad contribuyen en la generación de valor económico sostenible para el planeta y la sociedad.
Finalmente, los inversionistas también presentan una motivación no financiera. Una de las definiciones de la Real Academia Española asocia la palabra responsabilidad con el reconocimiento de las consecuencias de los hechos realizados. En su rol de asignadores de capital y financiamiento, los inversionistas se ven confrontados por los impactos de sus decisiones de inversión en términos financieros, ambientales y sociales. La responsabilidad es aún mayor al identificar los riesgos sistémicos que enfrentamos como humanidad: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la desigualdad económica y la pobreza. Ante la magnitud de estos desafíos, es indiscutible que necesitamos más inversión responsable, pero también más empresas, consumidores y gobiernos responsables.