Caroline Berthod
Licenciada en Finanzas Internacionales, Universidad de Nantes (Francia y Bélgica). Magister en Dirección Financiera y Contable de la Empresa, Universidad Pompeu Fabra – España. Después de 10 años trabajando en control de gestión en España, Caroline se especializó en sustentabilidad y gestión de factores ASG. Cuenta ahora con una trayectoria de cerca de 10 años como consultora e investigadora en Sustentabilidad y Finanzas sostenibles. Ha sido docente en cursos, talleres y programas en diversas empresas y universidades.
Desde hace ya varios años, los expertos a nivel mundial, tales como BlackRock, Amundi o DWS- están de acuerdo que la Inversión Responsable se está consolidando dentro del ecosistema financiero mundial. Existe efectivamente mayor convencimiento que la integración de los factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG o ESG por su sigla en inglés) al análisis de los tradicionales datos financieros permite enriquecer el proceso y las decisiones de inversión, pues los inversionistas están conscientes de la correlación positiva entre la sostenibilidad y la rentabilidad financiera.
El número de signatarios de los Principios de Inversión Responsables (PRI, por sus siglas en inglés) sigue creciendo en el mundo, y la crisis disruptiva que estamos viviendo del COVID-19 aceleró aún más esta tendencia. Los Principios de Inversión Responsable son lineamientos acerca de la integración de los factores ASG en los procesos de análisis y en la toma de decisiones de inversión por parte de inversionistas institucionales y administradores de fondos, todo ello con el fin de gestionar riesgos, mejorar el rendimiento financiero y cumplir las expectativas de sus beneficiarios y clientes. A mediados de octubre de 2020 se registraban 715 signatarios nuevos a nivel mundial, por lo que se podría llegar a una cifra de nuevos signatarios a final del año 2020 de 820, lo que significa un aumento de 20% respecto del año 2019. En la región LATAM, a la fecha podemos contar 69 signatarios, lo que representa un crecimiento del 135% frente al mismo periodo del año 2019. En España se registran hoy 89 signatarios. A nivel de la región sur de Europa, ello representa un 71% de crecimiento respecto al mismo periodo del año 2019.
Ante estas cifras, cabe preguntarse por qué este movimiento ha cobrado tanta fuerza entre las instituciones financieras. Como respuesta, podríamos resumir el auge de la inversión responsable en tres grandes razones: la gestión del riesgo, la regulación y la demanda.
Con respecto a la gestión ASG, el considerar estos factores no tradicionales garantiza a las organizaciones una cierta anticipación y mitigación de posibles situaciones riesgosas. Los riesgos ambientales, sociales y de gobierno corporativo, al materializarse, pueden tener relación directa sobre la operación o reputación de la organización, es decir, de forma indirecta sobre el resultado financiero de la misma organización.
Por ejemplo, llevar a cabo una gestión responsable de la salud y la seguridad de sus empleados y clientes puede permitir a un negocio seguir funcionando y generando ingresos; e involucrar a las comunidades en el diseño e implementación de un proyecto minero permite a la empresa reducir riesgos de conflictos con dichas comunidades que podrían llevar a detener la operación durante días/semanas.
Esta correcta gestión de riesgos por parte de las empresas significa, en consecuencia, una disminución de riesgos para los inversionistas que invirtieron en dichas empresas. También podemos pensar en oportunidades y ver la relación directa entre, por ejemplo, el estado de estrés de un empleado, su capacidad de trabajo, el valor que entrega en la empresa y el precio de la acción de su empresa en el mercado de valores.
Además, la crisis disruptiva del COVID-19 que estamos atravesando ha demostrado con gran agudeza el riesgo de dependencia de las organizaciones con sus cadenas de suministro, o con la salud y seguridad de sus empleados, lo que justifica aún más prestar una atención particular a la gestión de riesgos de las organizaciones.
En cuanto a la regulación, asistimos sin duda, a nivel nacional, regional e internacional, a un aumento de la regulación respecto de una mayor divulgación de información ASG por parte de las empresas, información y data que tiene luego que ser incorporada por los analistas en sus procesos de análisis y decisiones de inversión por las normas y regulaciones que existen o van surgiendo.
Finalmente, y en relación con la demanda, tanto los clientes “retail”, los gestores de activos, como los inversionistas institucionales, piden cada vez más – de forma directa o no- a las empresas incorporar a sus estrategias y operaciones factores más allá de los netamente económicos y financieros. Los gestores están experimentando una creciente presión de los clientes para incorporar factores ASG en sus ofertas de fondos. A nivel de clientes retail, la generación Milenial es ya conocida por relacionar de forma contundente y consciente sus principios valóricos con sus decisiones de consumo e inversión. Por ejemplo, según el Estudio Global de Inversión de Schroders 2020, el 77% de los millennials encuestados no invertiría en contra de sus creencias personales.
Por los motivos a favor de la tendencia ASG antes mencionados, pareciera que esta crisis COVID-19 es el momentum de la Inversión Responsable, y en particular, la oportunidad para darle al aspecto social el lugar que hasta ahora había tenido en contraste con los factores ambientales y de gobierno corporativo. Varios inversionistas entendieron, a raíz de las diferentes crisis sociales mundiales y de la crisis actual, la relevancia y los impactos de los aspectos humanos en la cadena de valor de la organización (cadena de distribución, salud y seguridad, y estrés laboral, entre otros).
A nivel de Inversión Responsable, la otra relación potencialmente muy poderosa es la que existe entre inversionistas y empresas en las cuales evalúan invertir/desinvertir. Entonces, por la interrelación que existe entre estos actores, se espera que en los años por venir estos grupos de actores trabajen cada vez más integrados, evitando la lógica de los silos, estableciendo para ello mayores y mejores canales de comunicación e intercambio de información.
En la actualidad, los inversionistas solicitan recibir los datos relevantes a nivel ASG para llevar a cabo los análisis necesarios a sus decisiones de inversión, mientras que las empresas son poco propensas en comunicar de forma activa los datos necesarios para sus potenciales o actuales inversionistas. Parecería lógico y fructífero que inversionistas y empresas puedan acordar cuáles son los datos a levantar, con sus respectivos objetivos y metas, y poder instalar una comunicación permanente entre ellos respecto de la evolución de estos indicadores, todo ello por sector de actividad.
En este punto reside uno de los grandes desafíos de la Inversión Responsable: la fiabilidad y relevancia de los datos ASG de las empresas. Sin duda, para que se avance en resolver esta problemática, tanto empresas como inversionistas tendrán que poder colaborar más activamente en lo referido a sus expectativas de información: deberán mejorar las formas y frecuencia de comunicación esperadas, para así lograr un avance significativo hacia una buena evolución de la Inversión Responsable.