Inversiones responsables: mejorando el impacto y maximizando la rentabilidad

1280 720 Revista RS Edición 99

Por:  Robert Woodcock Marin, Subdirector Financiero y de Riesgos en la Federación de Aseguradores Colombianos (Fasecolda)

Magister en Finanzas Cuantitativas con más de 10 años de experiencia en el sector financiero, especialmente en la industria aseguradora, ha liderado proyectos innovadores que han impulsado la adopción de prácticas de finanzas sostenibles y estándares internacionales de gestión de riesgos y oportunidades emergentes. Actualmente se desempeña como Subdirector Financiero y de Riesgos en la Federación de Aseguradores Colombianos (Fasecolda)

Un inversionista profesional asegura que tomar buenas decisiones de inversión es más un arte que una ciencia. Si bien las finanzas modernas han evolucionado para ser una disciplina cada vez más rigurosa, basada en modelos matemáticos y estadísticos que ayudan a predecir el comportamiento del mercado financiero y a tomar decisiones informadas en cuanto a la inversión, la gestión de riesgos y otros aspectos financieros, existen más elementos de juicio de tipo cualitativos que son igual o más importantes que la acostumbrada noción cuantitativa.

En este artículo se abordará la inversión responsable como una estrategia exitosa de gestión financiera de largo plazo. Se caracterizará esta tendencia global en el ámbito hispanoamericano para exponer que la inversión responsable es la clave para el logro de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS). Se identificarán algunos desafíos y oportunidades relacionados con su desarrollo e implementación desde la visión del mercado de capitales, donde confluyen emisores de valores que requieren financiamiento e inversionistas institucionales que lo suministran.

¿Qué es la inversión responsable y cuál es su alcance?

Es un concepto de las finanzas modernas que integra el reconocimiento de los factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG), en la identificación, evaluación, selección y decisión de inversión en instrumentos financieros. Se enfoca más en el impacto positivo que los recursos invertidos pueden generar, que en la maximización de utilidades. No es filantropía, son negocios puros y duros. La utilidad de una inversión se mide a partir de su rentabilidad financiera y de su impacto en la sociedad y el medio ambiente.

La inversión responsable contribuye al logro de los ODS que son un conjunto de metas globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta del calentamiento climático y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Cada uno de los 17 objetivos tiene términos específicos que deben alcanzarse en una agenda planteada hasta el año 2030, la cual requiere no solo del compromiso político de los Estados, sino del apoyo y movilización de recursos por parte del sector privado, la sociedad civil y la población en general.

Desde el punto de vista del inversionista, la hipótesis subyacente relaciona el desempeño de largo plazo de un instrumento financiero con la calidad de sus factores ASG. En la medida en que el emisor de un instrumento financiero, como una acción o un bono, tenga mejores indicadores ASG, la rentabilidad esperada en el futuro será mayor y se mitigará la exposición a riesgos estratégicos como los relativos al logro de los objetivos comerciales y financieros, el relacionamiento con todos sus grupos de interés y la reputación, entre otros.

En el ámbito de los negocios sostenibles, es decir, en aquellos en los que se busca hacer uso responsable de todos los recursos utilizados en la cadena de suministro, existe el concepto de la “triple cuenta”. Un sistema en equilibrio: imaginemos una silla con tres patas, si se le rompe una de ellas a la silla se cae. Esto mismo ocurre en el desarrollo del objeto social de las empresas, si no se equilibra la relación ASG, el negocio se caerá en algún momento y los inversionistas podrían perder parte o toda su inversión.

El concepto de la “triple cuenta”, acuñado por John Elkington en 1994, hace referencia al desempeño de una empresa expresado en tres dimensiones: económica, ambiental y social. Su origen en inglés (triple bottom line) hace alusión al resultado neto expresado en el último renglón del estado de resultados contables. Además del estado de resultados, las evidencias de desempeño en relación con el triple resultado se manifiestan en los reportes de sostenibilidad. En algunos países estos reportes están dejando de ser voluntarios, para irse convirtiendo en un estándar obligatorio para los emisores de valores que buscan financiamiento en el mercado de capitales. 

Los factores ASG son los elementos no financieros que hacen parte de la “triple cuenta”. Son al mismo tiempo indicadores de desempeño corporativo respecto de la manera como la empresa o el proyecto interactúa con el medio ambiente y todos los grupos de interés. Cabe destacar que dentro de los grupos de interés están los clientes, los trabajadores, los proveedores, los accionistas, la comunidad en general, el Estado, las demás empresas (la competencia) y también el medio ambiente, entre otros. 

El listado de los criterios bajo los que se mide esta triple cuenta es diverso. Depende de varios elementos como el contexto, por ejemplo, los criterios con los que se mide el desempeño de una empresa farmacéutica son distintos a los de una empresa agrícola o una entidad financiera. 

Dentro de los asuntos ambientales se analiza lo relacionado con el cambio climático, la eficiencia energética y el recurso hídrico, la gestión ambiental y el manejo de residuos, la biodiversidad y la problemática de la deforestación y la contaminación del agua y el aire. En lo relativo a lo social, se estudian los derechos humanos, las políticas de género y diversidad, el trabajo decente, la seguridad y salud en el trabajo y las relaciones con la comunidad y los clientes. Mientras que el gobierno corporativo se asocia con la estructura organizacional para tomar decisiones, la composición de la Junta Directiva y la compensación a ejecutivos, la aplicación de códigos de conducta y anticorrupción, los negocios justos y la transparencia.

Incluir el análisis de los factores ASG en la toma de decisiones de inversión es cada vez más relevante. En Hispanoamérica, el sector financiero ha comprendido la importancia de estos temas. Los reguladores y supervisores han emitido documentos técnicos para definir los conceptos ASG, así como la gestión de los riesgos y oportunidades asociadas. También han proferido reglamentaciones que obligan a los emisores de valores y a los inversionistas institucionales a reportar su desempeño en estos temas. Por su parte, más entidades financieras están incluyendo mejores estándares en el proceso de inversiones, diseño y distribución de productos.

¿Por qué es importante incluir los temas ASG dentro del análisis financiero?

  1. Al incorporar la triple cuenta en el análisis fundamental de emisores de valores e instrumentos financieros, se pueden identificar mejores oportunidades de inversión que, en el largo plazo maximizarán la utilidad y disminuirán los riesgos que no son medibles con un análisis técnico o estadístico. El análisis fundamental mejorado estudia las fuerzas económicas que afectan la demanda y oferta de un activo financiero. Su objetivo es valorar las inversiones listadas en bolsa a través de metodologías cuantitativas y cualitativas de información pública para determinar su precio futuro.

En esencia, el valor presente de un activo en el mercado de capitales representa su flujo de caja futuro. Es decir, que la valoración de una empresa o instrumento financiero incorpora en sí mismo la expectativa de cómo será su desempeño en el largo plazo. Una empresa cuya proyección de crecimiento es mayor será mejor valorada, mientras que una cuya esperanza es que decrezca su valor será menor. En el mismo sentido, una empresa cuyo modelo de negocio es sostenible financiera, operativa y comercialmente tendrá una valoración más alta que una cuyo perfil de riesgo es mayor.

Vale la pena preguntarse, ¿para qué existen las empresas? El propósito empresarial no es igual a la misión y la visión. Mientras que el propósito responde al «por qué» y «para qué», la misión y visión establece la estrategia que responde a los «qué» y «cómo». La razón social de una empresa es un planteamiento pragmático de solución de necesidades, por lo cual se espera que los productos y servicios entregados al cliente sean los de mayor calidad y que respondan a un contexto social y ambiental enmarcado en el desarrollo sostenible. Solo así su valor esperado será mayor.

La clave de cualquier organización de éxito se encuentra en el motivo que le lleva a hacer lo que hace. Su propósito y el por qué, es el núcleo que determina el sentido de su actividad. Una empresa responsable alinea los beneficios económicos con el desarrollo social del negocio, mediante un enfoque de valor compartido que incentiva la competitividad de la compañía, mientras deliberadamente avanza en las metas sociales. Ese es justamente el arte de la toma de decisiones: poder identificar las mejores oportunidades de inversión con herramientas que integren un análisis holístico prospectivo.

  1. Se requiere que los inversionistas responsables movilicen los recursos suficientes para financiar el desarrollo sostenible de la humanidad, de otro modo la vida como la conocemos no será viable. El riesgo climático es quizás el más relevante. El aumento de la temperatura media del planeta se ha ido incrementando rápidamente, por lo que los científicos pronostican que los eventos climáticos extremos serán cada vez más frecuentes y severos. El aumento de la temperatura por encima de 2°C llevaría a un punto de inflexión climático que modificaría completamente la vida en el planeta.

Las mejores inversiones son las que promueven soluciones a las grandes problemáticas sociales y ambientales. Aquellas que buscan mitigar los riesgos que surgen del calentamiento global y adaptar la vida humana a las nuevas condiciones ambientales. Las que disminuyen el riesgo de hambruna y la posibilidad de perder las fuentes hídricas, elementos fundamentales para la supervivencia de la humanidad. Las que buscan corregir la pobreza y la desigualdad a partir de mejoras en la resiliencia de las comunidades y acceso justo a las oportunidades. Así como las que aportan a la transición energética con el desarrollo de nuevas tecnologías.

Las inversiones responsables pueden contribuir al paso de una economía lineal, donde se produce, consume y desecha, a una economía circular cuyo objetivo es evitar el uso de materias primas de un solo uso altamente contaminantes y reducir el desperdicio final en la cadena de suministro, haciendo más eficiente, productiva y por tanto más rentable su operación. Para avanzar hacia el desarrollo sostenible es preciso que todos cambiemos nuestras formas de consumo, por lo que es deseable que desde el poder transformador de la gestión corporativa responsable se incentive el rediseño de productos para extender su vida útil.

Por medio del sector financiero se pueden canalizar inversiones a la innovación y desarrollo de nuevas formas de producción y suministro, a la producción de alimentos y la potabilización de fuentes hídricas, a proyectos productivos inmersos en la economía circular, hacia industrias que desarrollen nuevas tecnologías de materiales o procesos que aporten a la transición energética de fuentes renovables y menos contaminantes. Todos estos campos altamente rentables y con capacidad de escalabilidad del negocio a nivel global.

Evolución y crecimiento del mercado de inversiones responsables.

El mercado de inversiones responsables ha experimentado un crecimiento significativo en los últimos años. Según el Informe de Inversión Sostenible Global 2020 de la Global Sustainable Investment Alliance (GSIA), los activos gestionados en estrategias de inversión responsable a nivel mundial aumentaron en un 15% entre 2018 y 2020, llegando a un total de $35.300 millones de dólares. Los flujos de entrada en fondos indexados sostenibles aumentaron en un 97% entre 2020 y 2021.

Los inversionistas institucionales y minoristas tienen mayor interés en las inversiones responsables. El uso de criterios ASG para el análisis de activos financieros se ha convertido en una parte cada vez más trascendental de la toma de decisiones de inversión. Según el informe de la GSIA, los criterios ASG representan el 36% de los activos de inversión responsable a nivel mundial. Al mismo tiempo, han empezado a exigir la divulgación de asuntos ASG por parte de las empresas listadas en bolsa.

Las inversiones de impacto siguen jalonando este mercado. Los activos de inversión de este rubro en todo el mundo alcanzaron los $715 mil millones de dólares en 2020, un aumento del 42% en comparación con 2018. Pero, ¿qué hay detrás de este tipo de inversiones? La búsqueda de un propósito para los recursos financieros más allá de los beneficios financieros. Los inversores que buscan invertir en impacto a menudo simplemente quieren generar un cambio positivo en el mundo a través de sus recursos.

Uno de los elementos clave de este tipo de inversiones es la medición del impacto social o ambiental generado. A menudo, los fondos se destinan a sectores específicos que se consideran especialmente relevantes, como la energía renovable, la educación, la salud, la alimentación, la seguridad social o la inclusión financiera, entre otros. Los inversionistas miden el impacto en relación con los objetivos previamente establecidos, por ejemplo, la reducción en cierta cantidad de niños con problemas de malnutrición frente a una meta definida.

Para conseguir los resultados esperados, se requiere de una estrecha colaboración entre los inversores, emprendedores, empresas, organizaciones sin fines de lucro y otros actores. Estas colaboraciones pueden ser necesarias para desarrollar soluciones innovadoras y escalables que generen un impacto positivo. Es decir, que las inversiones de impacto no solo requieren del aporte de financiamiento sino de apoyo técnico y operativo, a modo de involucramiento en el desarrollo e implementación de los proyectos, así como en la veeduría sobre la destinación final de los fondos.

Por otra parte, desde el sector público y privado en la región se están tomando medidas para abordar los desafíos ASG y mejorar su desempeño en estas áreas. Por ejemplo, en 2020, la Bolsa de Valores de Colombia lanzó su Índice de Sostenibilidad COLIR, que mide el desempeño de las empresas en áreas como la gestión ambiental y social. En México, el gobierno ha lanzado programas para promover la energía renovable y la eficiencia energética. Sin embargo, todavía hay varios desafíos que enfrentar, como la falta de datos precisos y confiables, la falta de marcos estandarizados de medición de impacto y la presión a corto plazo para obtener ganancias.

La regulación en torno a la inversión responsable también ha evolucionado rápidamente. Los Estados y organismos multilaterales vienen desarrollando cada vez más guías técnicas y marcos legales en este ámbito. Algunas referencias son: los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), cuyo cumplimiento está fijado para el año 2030; la Iniciativa Financiera del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP FI), por medio de la cual las empresas signatarias se comprometen a promover la integración de los factores ASG en sus políticas y prácticas de inversión y a informar públicamente sobre su progreso en esta área; la Directiva Europea sobre Divulgación de Información No Financiera, que requiere a las empresas en la Unión Europea que cotizan en bolsa y otras grandes empresas, divulgar información sobre sus políticas, riesgos y resultados en relación con cuestiones ASG; adicionalmente, la Norma ISO 26000, que proporciona orientación sobre la responsabilidad social y los principios y prácticas de la inversión responsable, la cual se aplica a organizaciones de todos los tamaños y sectores y proporciona un marco para la toma de decisiones. 

La Ley de Cambio Climático aprobada en México en 2012 y en Colombia en el 2018, la cual, guardando las diferencias existentes entre ambas jurisdicciones, define objetivos y políticas para la mitigación y adaptación al cambio climático, así como un periodo de transición hacia una economía descarbonizada y establece la obligación a las empresas de divulgar información sobre su huella de carbono y otras emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), lo que fomenta la inversión en proyectos que promuevan la sostenibilidad ambiental.

La Ley de Inversión Socialmente Responsable de Chile promulgada en 2015, establece los criterios para la inversión socialmente responsable de los fondos de pensiones y otros fondos administrados por instituciones financieras. Esta también requiere a las instituciones financieras que divulguen información sobre sus políticas y prácticas de inversión responsable. En el mismo sentido en Colombia el supervisor financiero emitió una regulación que obliga a los emisores de valores a divulgar su desempeño ASG y a los inversionistas a incluir dicha información en análisis de riesgos. Lo que permite fomentar la inversión responsable al proporcionar información relevante y comparable para los inversores.

Estas son solo algunas regulaciones y marcos legales que aplican al contexto hispanoamericano. En un estudio de derecho comparado se podría establecer el nivel de avance de esta materia en la región y con ello identificar mejores prácticas. En todo caso, es evidente que la inversión responsable está en proceso de maduración y masificación de su acogida como estrategia de gestión. En la medida en que esta es una tendencia hasta ahora en desarrollo, es necesario que toda la regulación que surja incentive la profundización de este mercado.

Desafíos en la implementación

Existen varios desafíos para la implementación de las inversiones responsables, las cuales son en sí mismas oportunidades de mejora en las cuales la sociedad civil, el sector privado y los Estados pueden colaborar. A continuación, se señalan algunos de ellos:

Falta de datos precisos y confiables: Una de las mayores barreras para la inversión responsable es la falta de datos precisos y confiables sobre las empresas y proyectos de impacto. La información ASG a menudo se reporta sin apego a un estándar específico globalmente aceptado o no se reporta en absoluto, lo que dificulta a los inversores evaluar el impacto real de sus inversiones. Además, la falta de un conjunto estandarizado de criterios de inversión responsable dificulta la comparación entre diferentes empresas y proyectos.

Cuando se identificó la necesidad de que las empresas e inversores institucionales divulgaran su desempeño ASG al mercado, surgió una avalancha de iniciativas que buscaron definir formas de reporte y seguimiento de estos como un estándar. Ahora existen, por decirlo de algún modo, varios estándares de reporte y gestión de asuntos ASG, lo que dificulta por una parte el entendimiento de las finalidades del reporte y, por otra parte, la implementación de procesos de análisis de información ASG comparables entre distintas metodologías de divulgación.

Dificultad para medir el impacto: Incluso si los inversores tienen acceso a datos precisos y confiables, medir el impacto real de las inversiones responsables es un desafío. Esto se debe en parte a la complejidad de los factores ASG y a la falta de un marco estandarizado para medir el impacto. En la práctica, cada inversor, empresa y proyecto define inicialmente sus objetivos respecto a la inversión de impacto y en el transcurso del desarrollo de la iniciativa hace seguimiento al cumplimiento de dichas metas.

El reto surge, justamente, cuando se diseñan los objetivos de impacto, porque estos pueden no ser lo suficientemente específicos para permitir hacer un adecuado seguimiento de los mismos. También, porque los criterios de los aspectos ASG difieren entre industrias, por lo que el análisis de la información requiere cierto nivel de conocimiento de cada uno de los sectores estudiados. Implica esto una carga operativa adicional a los inversores institucionales que deberían tener la capacidad de evaluar diferentes metodologías de reporte con métricas técnicas de compleja comparación temporal y entre metodologías.

Falta de compromiso y liderazgo de la junta directiva y alta dirección: La inversión responsable no puede ser efectiva sin un compromiso claro y visible de la junta directiva y la alta dirección de una empresa o proyecto. Si el órgano de decisión y dirección no se compromete con la inversión responsable, es menos probable que se tomen medidas significativas para abordar los desafíos ASG y que la información relacionada sea tenida en cuenta en el proceso de toma de decisiones.

El rol del gobierno corporativo es fundamental para lograr la integración de los aspectos ASG en el proceso de toma de decisiones y al mismo tiempo en la transparencia en la divulgación de la información. Dentro de las mejores prácticas identificadas en las juntas directivas deberían haber miembros expertos en sostenibilidad, de modo que puedan aportar su conocimiento en el diseño y seguimiento de objetivos ASG dentro de la organización. Quizás esta es la mejor forma en que la junta directiva y la alta dirección puedan liderar la inclusión de la inversión responsable dentro de la cultura de gestión de riesgos y oportunidades del negocio.

Presiones a corto plazo: Los inversores a menudo enfrentan presiones para obtener ganancias en el corto plazo y satisfacer el interés de los accionistas. La inversión responsable requiere un enfoque de largo plazo y puede requerir sacrificios en la rentabilidad de corto plazo, como renunciar a oportunidades de ganancias más altas en empresas o proyectos que no cumplen con los criterios ASG. Es clave comprender el alcance de las inversiones responsables desde un punto de vista de debida diligencia en el análisis de prospectos de inversión y desde el impacto esperado de los fondos canalizados al logro de los ODS y metas ASG.

Mediante un análisis fundamental mejorado con la incorporación del concepto de la triple cuenta sobre un activo financiero, se espera afinar su valoración e identificar riesgos y oportunidades emergentes. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que una de las finalidades de la inversión responsable es generar un impacto positivo en la sociedad y en el medio ambiente, por lo que la medida de utilidad de un activo financiero no radica per se en su rentabilidad sino también en el impacto alcanzado.

Evidentemente, habrá inversionistas que primen más el impacto positivo que podrían generar en la sociedad y el medio ambiente y que por esa vía estén dispuestos a renunciar a la posibilidad de obtener mayores ganancias. También existirán inversores que busquen equilibrar tanto la obtención de rendimientos financieros como los impactos generados. Estas serán discusiones que deberán darse al interior de las juntas directivas de los inversionistas institucionales, de acuerdo con su negocio y relación con sus grupos de interés.

Complejidad y costos adicionales: La implementación de inversiones responsables a menudo implica costos adicionales para las organizaciones, como los relacionados con el acceso a datos ASG precisos y confiables, el desarrollo de modelos y metodologías para medir y evaluar el impacto de estas inversiones. También puede haber una mayor complejidad en la toma de decisiones de inversión, ya que los inversores deben considerar múltiples factores ASG además de los objetivos financieros, lo que lleva a la especialización de los analistas de la información en sectores y tipos de industrias muy específicos.

Un inversor que tenga interés en implementar la inversión responsable deberá comprender que esto complejiza el proceso de recaudo y análisis de información ASG. Podría tercerizar alguna parte de este proceso, pero eso redundará en mayores costos operacionales y, al final, no podrá transferir completamente su responsabilidad en la toma de decisiones. También deberá saber que un análisis robusto implica mayor tiempo y este recurso es fundamental para aprovechar las oportunidades que se abren y cierran en el mercado en ventanas de tiempo muy cortas. Así que no solo deberá pensar en cómo implementar un sistema de inversión responsable sino también cómo hacerlo sostenible en el largo plazo.

En respuesta a estos desafíos deberán surgir soluciones innovadoras que podrían, o no, resultar en negocios interesantes o actividades realizadas por organizaciones sin ánimo de lucro. El interés de los inversores en torno a la inversión responsable está creciendo; sin embargo, esto debe materializarse con herramientas que permitan hacer sencilla su implementación y sostenibilidad de largo plazo. De otro modo, los desafíos que hoy se identifican podrían resultar en cuestiones que impidan su desarrollo.

Los modelos de negocio colaborativos y de datos abiertos tienen el potencial de ser parte de esas soluciones esperadas. El apalancamiento en tecnologías como blockchain podría generar mayor seguridad y transparencia sobre la divulgación de información ASG, así como la inteligencia artificial ayudaría a procesar grandes cantidades de datos para proveer análisis rigurosos de manera rápida y confiable.

Principales tendencias de la inversión responsable

La transición hacia una economía baja en carbono: el calentamiento global es una tendencia que la sociedad científica coincide en decir que es el reto más relevante del Siglo XXI, por los graves impactos que tendría para la humanidad el aumento de la temperatura media del planeta por encima de 2°C. Se requiere hacer cambios profundos en la forma de producción y de consumo para hacer viable la vida como la conocemos en el marco del desarrollo sostenible.

Consecuentemente, se ha planteado la necesidad de acelerar la transición de una economía basada en el consumo de fuentes de energías fósiles contaminantes y emisoras de GEI, a una economía sustentable basada en energías renovables con bajo impacto ambiental. En este contexto, la inversión responsable juega un papel trascendental, por la capacidad de movilizar recursos hacia el financiamiento de la transición.

La transición energética es el tema estratégico más relevante para los inversionistas institucionales. Representa tanto un riesgo como una oportunidad. Dentro de la gama de los riesgos, es importante considerar el nivel de afectación que una transición acelerada y desorganizada podría acarrear a las empresas y proyectos donde se invierte. Porque algunas industrias podrían desaparecer o tener grandes cambios que afectarían su proyección de crecimiento, como la de hidrocarburos. También es una oportunidad si se invierte en aquellos sectores que se beneficiarán de la transición, como las tecnologías relativas a la producción y almacenamiento de combustibles limpios y la ecoeficiencia, entre otros.

Los esfuerzos de adaptación al cambio climático: la esperanza es que la temperatura media del planeta no sobrepase los puntos de inflexión climáticos; sin embargo, es una realidad que los eventos climáticos extremos ya están ocurriendo con más intensidad y frecuencia que antes, por lo que es vital que la humanidad se adapte rápidamente a las inclemencias del clima, de modo que seamos más resilientes a inviernos más fríos, fuertes lluvias e inundaciones, así como a veranos más cálidos, olas de calor extremas y la sequía de los suelos.

Todas las empresas y proyectos que basen su modelo de negocios, su producto o servicio hacia la provisión de soluciones de adaptación de la humanidad al clima extremo, serán cada vez más valiosas, porque su consumo tendrá casi un comportamiento inelástico. Es decir, que independientemente del precio, el consumidor estará dispuesto a comprar porque esto asegurará su supervivencia ante eventos climáticos. Similar a lo que ocurre con las medicinas ante una enfermedad, el consumidor estará dispuesto a comprarlas si se quiere recuperar.

La inversión responsable puede fijar su atención en las estrategias de adaptación al cambio climático. Allí no solo podría encontrar buenos resultados económicos de largo plazo, sino que aportaría al mejoramiento de la resiliencia de la humanidad, en especial de aquellas comunidades más vulnerables por sus condiciones de pobreza o ubicación geográfica. El apoyo en este sentido puede instrumentalizar a través del financiamiento de proyectos de adaptación hasta la asesoría técnica y operativa para disminuir el nivel de vulnerabilidad al cambio climático.

Enfoque en lo social y el gobierno corporativo: el cumplimiento de los derechos humanos aún no es universal, así como tampoco asuntos como el trabajo decente, las políticas antidiscriminación o anticorrupción. La inversión responsable juega un rol esencial para llevar a las empresas a ser conscientes del impacto en sus grupos de interés. Mediante la propiedad activa, que es el involucramiento de los inversores en el desempeño de las empresas mediante el poder del voto, en el caso de los activos participativos, la exigencia de rendición de cuentas por parte de la alta dirección y el seguimiento a los planes de inversión.

Las juntas directivas deberán tomar un rol de mayor liderazgo en torno a la atención de los asuntos ESG, si el objetivo es hacer sostenible la empresa en el largo plazo. Todas las empresas requieren de transformaciones a lo largo de su vida para poder mantenerse en el negocio, todas deben atender su operación en el presente pero su estrategia en el futuro. De otra forma, las empresas se exponen a su desaparición. Así, la inversión responsable comprende el entorno empresarial y las tendencias que pueden ser amenazas u oportunidades para el desempeño de los activos financieros.

Aumento del uso de tecnología y análisis de datos: en la medida en que los inversores responsables requieren más información con mejor calidad y precisión para tomar decisiones de inversión, se espera que la tecnología y los modelos de procesamiento y análisis de datos provean soluciones a los desafíos de la incorporación de factores ASG en el proceso de inversión.

Por ejemplo, el blockchain y las bases de datos abiertos pueden ayudar a que la información ASG sea de más fácil acceso y confiable, al establecer medidas que aseguren la calidad de los datos con los que se modela la valoración de activos financieros y la medición de riesgos. La inteligencia artificial podría servir para procesar y analizar grandes cantidades de información cualitativa y cuantitativa, mejorando el tiempo en que el resultado de un estudio puede ayudar al tomador de decisiones para identificar la mejor opción de inversión.

El desarrollo del mercado de las inversiones de impacto: el interés de los inversores en este campo está creciendo rápidamente; no obstante, el mercado aún es muy pequeño en comparación con la cantidad de inversores dispuestos a canalizar recursos hacia el impacto positivo en la sociedad y el medio ambiente, incluso si eso representa tener menores ganancias en el corto plazo. Incluso se podría decir que la cantidad de activos financieros de impacto es menor que la demanda que hay sobre ellos, por lo que se requieren más proyectos productivos que se enfoquen en el cumplimiento de los ODS.. 

Adicionalmente, se espera que los inversores institucionales, como los fondos de pensiones y las aseguradoras, sigan liderando el crecimiento de la inversión responsable en el mundo e incentiven a otras entidades financieras a seguir su camino. En la medida en que los inversores hagan análisis de riesgos y oportunidades ESG más robustos, los emisores de valores verán aumentada la presión para mejorar sus indicadores. Al mismo tiempo, la sociedad será más consciente de la responsabilidad de su consumo y de las empresas y productos que respaldan mediante su compra.

Reflexión final

La inversión responsable es una práctica cada vez más extendida entre los inversores conscientes de la importancia de sus decisiones de inversión en la sociedad y el medio ambiente. Está en pleno desarrollo y evolución con más oportunidades que riesgos para aquellos inversores que lo implementen en su organización. Este tema no es filantrópico, sino más bien una filosofía de inversión donde es posible que todos los grupos de interés ganen al mismo tiempo mediante relaciones justas, el respeto por la vida y la naturaleza del planeta Tierra, nuestra casa común.

Este concepto, que para muchas personas es nuevo y por ahora es considerado como una buena práctica de inversión, en pocos años será un tema ampliamente reconocido como una estrategia de gestión de inversiones exitosa. De acuerdo con la tendencia de la regulación en este ámbito, los diferentes países hispanoamericanos están avanzando ágilmente hacia la obligatoriedad de su cumplimiento por parte de emisores de valores e inversionistas institucionales. Aquellos inversores que implementen estas prácticas de manera anticipada lograrán estar a la vanguardia de la gestión de los riesgos y oportunidades ASG, mejorando su desempeño financiero de largo plazo y su reputación como inversores responsables.

Los retos de la implementación de estas prácticas darán lugar a soluciones que se apalancarán en nuevas tecnologías y metodologías. Los cambios nunca han sido fáciles, pero en este caso, será más sencillo aprovechar las oportunidades que asumir los riesgos de no hacerlo realidad.