Los seres humanos realmente somos entes sin memoria. En los últimos tres años, acabamos de sortear una situación expuesta y evidente que mató a tantas personas como puede ser toda la población de Paraguay o de El Salvador, y al parecer no aprendimos ni priorizamos la lección.
No me refiero a los avances en biogenética o en medicina, pues ante la evidencia de los logros de control y pese a tanta información contradictoria, se lograron inmensos avances en tiempos realmente cortos.
Lo afirmo porque, ante la posibilidad de una amenaza de desaparición de la especie, no hemos construido una mejor manera de convivir, impulsando con la misma velocidad modelos de desarrollo fundamentados y regidos por la sostenibilidad y la responsabilidad común que el presente nos demanda.
Estoy convencido de que los conceptos de «la inversión responsable» son un salto largo y correcto hacia esa dirección y que los avances logrados en los últimos años convierten a esta clase de negocios en eslabones fuertes frente a nuestra propia historia.
Sin embargo, pese al cúmulo de riesgos e incertidumbres en estas épocas, aún tenemos muchos retos por delante. La humanidad ha sabido recuperarse y hallar soluciones necesarias ante las adversidades, incluso en tiempos récords. Espero que esta vez no le faltemos al futuro y salgamos del riesgo de la extinción o la injusticia.
“La historia es un incesante volver a empezar”, afirmaba el relator griego Tucídides.Deseo que la partitura de la Vida nos permita a cada uno tener un Da Capo para reinterpretarnos, reconstruirnos y avanzar en la dirección correcta de manera individual y colectiva en esta sinfonía común que compartimos y de la que, indivisiblemente, somos parte.