Confiar es una cualidad que requerimos todos los seres humanos. Cada vez, por el entorno y las circunstancias que vivimos, las relaciones nos están llevando por el lado opuesto: la desconfianza. Y eso no está bien… ¡nada bien!
He repetido en muchos escenarios que la confianza es el principal activo en todos los aspectos de nuestra vida: la familia, los amigos, la sociedad, los negocios, e, incluso, en la espiritualidad. Ninguna de estas relaciones se fortalece cuando se pierde la fe entre nosotros.
En estos tiempos de incertidumbre ahondan más los temores y, en vez de consolidarse la confianza para que se proyecte la esperanza en mejores oportunidades para el futuro, nuestras naciones (y nuestros dirigentes) dan muestras de fragilidad, caos, inseguridad e inconsistencia (entre otros), que promueven y aumentan los problemas y la pérdida de seguridad.
La confianza es un intangible (invisible a los sentidos; pero visible a la razón) que enriquece las relaciones, que las hace crecer y en la cual, siempre, todas las partes ganan. No es causa; es consecuencia de un proceder recto y ético.
En esta ‘nueva realidad’ tenemos una excelente oportunidad (esperemos que siempre exista) de realizar los cambios necesarios para fortalecer e incrementar la confianza y que, por supuesto, nuestras organizaciones reflejen esta determinación (la de sus líderes) como principio fundamental del actuar en sus relaciones con todos sus grupos de interés.
Sin ética no puede haber valor que se proyecte a futuro y, quizá, tampoco existirá una sociedad que viva con ilusiones y esperanzas. Recuperar la confianza no depende de otros… ¡Únicamente de cada uno de nosotros!
¡Gracias, Alex!
En días anteriores falleció Alexandra Ospina Giraldo. Alex fue una excelente amiga de sueños y esperanza, que aportó con generosidad a hacer posible esta publicación desde su fundación. Siempre estuvo atenta de contribuir, especialmente desde el Consejo Asesor de la Revista RS, a aportar ideas e iniciativas para fortalecer su propósito transformador de liderazgo.
Seguramente, los que la han precedido (Rafael, Irene y Ernst) salieron a recibirla en la Casa Mayor, donde todos habitaremos para el reencuentro eterno de nuestras almas.
Un saludo cariñoso a toda su familia y a quienes compartieron con ella su inmenso corazón.