Por: Andrea Prada, Especialista en Finanzas Sostenibles de WWF
Andrea Prada es especialista en finanzas sostenibles en WWF Colombia. Ha sido consultora en financiamiento verde en el Ministerio de Hacienda y Crédito Público de Colombia, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, el Banco Mundial, el Instituto de los Recursos del Mundo (WRI), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Banco Interamericano de Desarrollo. Cuenta con experiencia a nivel nacional e internacional, tanto en el ámbito público como en el privado. Es ingeniera ambiental de la Universidad de los Andes, con una maestría en gerencia de proyectos de ingeniería de la misma universidad, y también tiene una maestría en políticas públicas de la Universidad de Maryland.
El desarrollo de nuevos marcos y estándares de sostenibilidad ambiental emerge como una gran oportunidad para que los inversionistas identifiquen los impactos que su financiación tiene sobre el planeta, y más aún en este momento crucial para la humanidad a causa de la doble crisis ambiental: el cambio climático y la pérdida de naturaleza.
Los datos son contundentes; a la fecha, el 18% de los bosques amazónicos se ha perdido por completo y un 17% adicional está degradado, en gran medida, por nuestras actividades económicas.
De no reforzar las acciones inmediatas, la Amazonía estará cada vez más cerca de un punto de no retorno, que podría conducir a la pérdida del sistema fluvial y del bosque tropical más grande del planeta.
Ante este nivel de alerta, el sector de las finanzas viene avanzando en una dirección favorable. Supervisores financieros de varios países de América Latina ya están regulando con base en las recomendaciones del grupo de trabajo sobre declaraciones financieras relacionadas con el clima (TCFD por sus siglas en inglés) del Consejo de Estabilidad Financiera (FSB por sus siglas en inglés), organismo internacional que monitorea y formula recomendaciones sobre el sistema financiero global. Este grupo de trabajo ha promovido la idea de que los riesgos climáticos de una compañía son información relevante y, por lo tanto, deben ser revelados.
Algunos países de la región han recorrido caminos en esta materia. De acuerdo con el Rastreador de Regulaciones y Actividades de Sostenibilidad Financiera de los Bancos Centrales (SUSREG) de acuerdo con WWF, de los cinco países evaluados en la región, Colombia y Brasil ya cuentan con regulaciones para que los bancos y otras instituciones financieras incluyan los riesgos climáticos en sus estrategias, gobernanza, políticas y procesos, similar a como lo recomienda el TCFD. Pero Brasil es el único país con regulaciones que permiten medir los riesgos climáticos de los portafolios de estas instituciones.
Por su parte, los supervisores financieros de Colombia y México han realizado análisis de escenarios y pruebas de estrés climático de las operaciones del sector, y Colombia espera que los bancos realicen este análisis de forma individual para sus carteras.
De forma similar a las recomendaciones que emite el TCFD sobre cambio climático, se ha creado un nuevo movimiento empresarial, el Grupo de Trabajo para Divulgaciones Financieras Relacionadas con la Naturaleza (TNFD), por sus siglas en inglés), con el fin de desarrollar un marco de divulgación y gestión de riesgos relacionados con la naturaleza.
Un reciente informe de WWF revela que la mayoría de los países que están desarrollando taxonomías verdes no abordan adecuadamente la pérdida de la naturaleza. Esto supone otra ventana de oportunidad, pues de las siete taxonomías actualmente en desarrollo en los países de [2] Latinoamérica y el Caribe, solo Colombia contempla objetivos ambientales relacionados con la naturaleza. Incluso, en los países megadiversos del estudio que están desarrollando taxonomías, el enfoque principal está en el cambio climático. El propósito, en el corto plazo, es lograr que los criterios de desempeño ambiental relacionados con la naturaleza y biodiversidad se conviertan en la regla y dejen de verse como una excepción.
Frente a las recomendaciones de los estándares más usados actualmente, como el TCFD, el desafío es que mantienen un marcado enfoque en los riesgos que el cambio climático surte sobre las operaciones de las compañías e inversiones, y se debe añadir la otra mitad de la ecuación, es decir, el impacto que tienen las empresas sobre su entorno. A la incorporación de estos dos enfoques se le conoce como «doble materialidad» en el mundo de las finanzas. En este sentido, este nuevo abordaje permitirá también reconocer de forma directa si se afectan o no ecosistemas estratégicos.
Es ahora el momento de destacar el poder de las finanzas para fortalecer los ecosistemas naturales que reducen las emisiones y ayudan a las comunidades a adaptarse para desarrollar resiliencia en un mundo que se calienta.