Por: Jesus de Soto Cardenal, Senior Manager Sostenibilidad en PwC
Ingeniero Industrial y Licenciado en Ciencias Ambientales y PDD en ESADE.Cuenta con más de 9 años de experiencia en el ámbito de consultoría en aspectos de sostenibilidad y cambio climático en PwC y BBVA, asesorando a diversos clientes sobre el desarrollo de estrategias de sostenibilidad, medición de impacto y a diversas compañías de Private Equity en la integración de la sostenibilidad en su toma de decisiones de inversión.
Hace no mucho tiempo, los inversores que integraban criterios ESG (Environmental, Social and Governance) en sus procesos de inversión eran una minoría. Hoy en día, esta situación ha cambiado. Por dar un orden de magnitud, UNPRI estima que los activos gestionados por firmantes de sus principios superaban los 120 billones de dólares. Tengamos en cuenta que en 2006, esta cifra no alcanzaba los 7 billones de dólares.
Aunque existen muchas definiciones, podríamos decir que la inversión responsable es el término bajo el cual se integran las diversas formas en las que un inversor tiene en cuenta e integra los aspectos ESG en su toma de decisiones para mitigar posibles riesgos y preservar el valor de la inversión, normalmente con un horizonte temporal a largo plazo.
Teniendo en cuenta esta definición, podemos encontrar diferentes estrategias de inversión dentro de la inversión responsable, entre las que destacan las siguientes:
- «Best-in-class«: inversiones que seleccionan aquellas compañías que, tras un análisis en base a criterios predefinidos por el inversor, se encuentran en el top de su industria/sector.
- «Green investment«: inversiones destinadas a mitigar el cambio climático, como pueden ser inversiones en energías renovables, en proyectos de eficiencia energética, etc.
- «Social investment«: inversiones destinadas a abordar retos sociales, como puede ser el acceso a servicios sanitarios mínimos o el acceso a servicios de telecomunicaciones.
- «Impact investing«: inversiones cuyo objetivo es generar un impacto positivo y medible sobre la sociedad o el medio ambiente, además de generar un rendimiento financiero.
- ESG Integration, engagement, exclusión…
Además, existen otros tipos de estrategias como ESG Integration, engagement, exclusión. Cada una de las citadas estrategias integra los criterios ESG de una manera particular, pero todas consideran estos criterios a la hora de invertir.
Como podemos observar, la definición de inversión responsable es bastante amplia y puede generar dificultades a un inversor a la hora de apostar por esta tipología de inversión. Ante esta situación, diversos organismos y reguladores han avanzado en los últimos años desarrollando marcos y recomendaciones sobre los aspectos mínimos que deben cubrir esta tipología de inversiones.
Si buscamos algunos ejemplos, nos encontramos con la campaña de desinversión realizada en contra del sistema del Apartheid en Sudáfrica en la década de los 70, a partir del cual los inversores comenzaron a aplicar “The Sullivan Principles”, la creación del Dow Jones Sustainability Index en 1999 o, años más tarde, la creación por parte de UNEP FI (UN Environment Programme Finance Initiative) de los seis principios de inversión responsable, que cuentan actualmente con más de 4900 firmantes.
Estas iniciativas se han visto refrendadas por un enorme crecimiento del mercado. Según datos del informe «GLOBAL SUSTAINABLE INVESTMENT REVIEW 2020» de la Global Sustainable Investment Alliance, el porcentaje de inversiones sostenibles a nivel global se ha incrementado del 27,9% al 35,9% en el periodo 2016-2020, siendo Canadá y Europa las regiones que presentan unos porcentajes más elevados, del 61,8% y 41,6% en 2020, respectivamente.
Este crecimiento ha atraído el interés de los reguladores, que están trabajando en el desarrollo de nueva legislación donde puedan establecer de manera clara las reglas del juego, facilitando a los inversores la comparabilidad entre diferentes productos financieros sostenibles. Entre las principales regulaciones que están en marcha, podemos destacar:
En Europa nos encontramos con la SFDR (Sustainable Finance Disclosure Regulation), que define tres categorías de productos financieros:
- Productos que no integran los aspectos ESG en su proceso de inversión (productos del Artículo 6).
- Productos que promueven características de sostenibilidad (productos del Artículo 8).
- Productos con un objetivo de inversión sostenible (productos del Artículo 9).
En Reino Unido ha surgido la SDR (Sustainability Disclosure Requirements), en cuyos borradores podemos encontrar tres tipologías de etiquetas para los productos financieros:
- “Sustainable focus”: productos cuyo objetivo es mantener elevados estándares de sostenibilidad en sus inversiones.
- “Sustainable improvers”: productos orientados a la mejora del perfil de sostenibilidad de sus activos.
- “Sustainable impact”: productos que tienen un objetivo explícito de realizar una contribución positiva y medible en términos de sostenibilidad.
Por último, nos encontramos con la regulación propuesta por la SEC, que establece una clasificación basada en tres tipologías de fondos:
- “ESG Integration”: fondos que consideran factores ESG en sus inversiones.
- “ESG-Focused”: fondos que consideran los aspectos ESG como un elemento principal a la hora de invertir o hacer engagement con las compañías.
- “ESG-Impact”: fondos que se han establecido un objetivo para la generación de impacto específico y medible en alguna de las temáticas ESG.
Como podemos observar, aunque con similitudes, cada regulador establece sus propias definiciones acompañadas de obligaciones de reporting periódicos, que faciliten a los inversores el análisis y escrutinio de las inversiones realizadas.
Estos movimientos no hacen más que marcar los primeros pasos en la homogeneización de criterios y definiciones en el ámbito de la inversión responsable. Un mundo que, si bien lleva años con una tendencia de crecimiento positiva, necesita fijar barreras que eviten el uso indiscriminado de las siglas ESG en cualquier tipología de inversión.