Por: Vanessa García, Sustainable Finance Expert, ALLCOT
Economista con énfasis en Finanzas Internacionales y candidata a Msc. en Desarrollo Sustentable y Gestión Ambiental. Con más de 10 años de experiencia en gestión de riesgos en el sector financiero y en sostenibilidad. En los últimos años ha concentrado sus esfuerzos en fortalecer las capacidades en el sector privado en la divulgación de información financiera y transparencia bajo los criterios ASG, contribuyendo a la transición del sector financiero y privado hacia la neutralidad de las emisiones de carbono.
La evolución que ha tenido el término «Inversión Responsable» durante los últimos años en la conciencia colectiva parece ser muy enriquecedora. Actualmente se habla de inversión de impacto en las salidas a restaurantes de grupos de amigos entre 20 y 30 años, con la misma frecuencia que se habla en la junta directiva de las grandes empresas. Aparentemente, a los individuos les interesa saber que detrás de su propia rentabilidad se está generando tejido social, que se aporta a la igualdad de género, a emprendimientos de jóvenes, al desarrollo rural y a la protección de la biodiversidad con una idea de valor mucho más amplia que la que reflejan los estados financieros de una empresa.
En el pasado, las compañías ya abordaban temas ambientales y sociales dentro de sus reportes anuales de gestión, pero el tono de estos avances era el de cumplir con un requerimiento de divulgación que favorecía la imagen de la compañía. Desde el sector bancario, la tarea de analizar los riesgos financieros otorgaba un interés mínimo a esa parte del informe de gestión, toda la atención se centraba en las cifras y los indicadores financieros, ahí era donde se encontraba la respuesta sobre si una empresa podía ser sujeto de una inversión o no.
Ahora bien, con el creciente interés de divulgar la materialidad de los criterios ASG, se entiende que más allá de favorecer la imagen de la compañía, la inversión de impacto permite una mayor cohesión del ecosistema económico, genera valor social e involucra actores de todo nivel y en todos los sectores, que deben trabajar en conjunto y de manera coordinada para contrarrestar los posibles riesgos que resultan de la crisis planetaria que amenaza con pérdida de biodiversidad, cambio climático y contaminación, a todas las geografías, sin discriminación de nivel económico. Solo a través de este esfuerzo conjunto se puede generar la confianza suficiente en los inversionistas para que el capital sea distribuido de manera justa y ética generando al tiempo resultados económicos tangibles.
La creciente aparición de marcos de reporte y transparencia para la divulgación de información corporativa ha estado acompañada de focos de financiación que fomentan iniciativas públicas y privadas para conectar proyectos innovadores con incubadoras, aceleradoras y fondos de inversión, lo que demuestra el interés en consolidar herramientas que permitan construir y fortalecer capacidades integrales en los individuos que generarían ese valor desde el beneficio colectivo. No se trata entonces, de generar ideas innovadoras y soluciones ambiciosas exclusivamente, sino de demostrar que las mismas se pueden materializar y pueden tener un impacto positivo para la comunidad, acercándose a una sociedad más equitativa, aportando a la transición de la economía a la neutralidad en emisiones de carbono y concentrándose en alcanzar los objetivos de la Agenda 2030.
Los inversionistas han descubierto que la mejor manera de garantizarse una rentabilidad a futuro es a través de la asistencia técnica, la educación financiera y la eliminación de barreras para acceder a la financiación que se le puede otorgar a los gestores de proyectos.
Sin embargo, es una labor que se debe realizar desarrollando mecanismos inclusivos que sean acordes a la realidad de quienes tradicionalmente han estado por fuera del ecosistema de inversiones.
El amplio rechazo histórico hacia pipelines que presentan debilidades en sus proyecciones operativas y financieras ha llevado a la identificación de una alternativa más segura para superar los obstáculos relacionados con la viabilidad de dichos proyectos. Esta alternativa se basa en el acompañamiento y fortalecimiento de capacidades como una estrategia clave para mejorar las perspectivas de éxito.
Cuando se aborda el profundo desconocimiento de la inversión social y de impacto, genera compromiso en los individuos. Al comprender la cadena de valor detrás de una decisión financiera, se produce un cambio de mentalidad que puede ser altamente influyente. En este sentido, se consideran aspectos no financieros sin sacrificar la rentabilidad. Este enfoque ampliado puede extenderse a otros miembros de la sociedad y fomentar un compromiso generalizado hacia la inversión social y de impacto.
A pesar del largo camino que se ha recorrido hasta este momento y de la maravillosa evolución que ha tenido la inversión responsable, especialmente en Colombia, no podemos dejar de lado la creciente sombra del greenwashing o socialwashing, una amenaza latente que se puede convertir en desconfianza hacia la inversión responsable y de impacto, dejando al inversor como principal encargado de reconocer en qué casos se presenta, al hacerse responsable de los activos en que están comprometidos sus recursos.
Por este motivo, el foco vuelve a ser el individuo, es desde el interés personal que se consiguen los cambios verdaderos. Se debe asegurar que la implicación a nivel particular permita entender realidades que hasta ahora no habían sido contempladas, para observar oportunidades que surgen desde la conceptualización del consumo y la inversión responsable. Si una persona logra comprender e interiorizar la relevancia que tienen sus decisiones financieras para mejorar las condiciones de su entorno, es probable que comparta su experiencia en un entorno social, con sus amigos en un restaurante, lo que puede llevar a que uno de esos amigos transmita esa misma comprensión a la junta directiva de una empresa de gran envergadura, facilitando la identificación de nuevas oportunidades y generando un impacto colectivo más significativo en toda la cadena de valor corporativa.