Por: Rafael De La Haza, Head of Investor Relations de Enel Américas
Licenciado en Derecho, con especialización en Derecho Comunitario. Máster en tributación internacional y certificado en ICIR por el Investor Relations Society de Londres. Rafael cuenta con una larga trayectoria en las áreas de asesoramiento fiscal y legal, y en relación con inversionistas en distintas empresas del sector privado en España, Italia y Chile, donde ha desempeñado la mayor parte de su trayectoria profesional.
La inversión socialmente responsable ha avanzado aceleradamente en los últimos años en América Latina, posiblemente gracias a dos factores claros y diferenciados. En primer lugar, la pérdida de confianza por parte de los inversores en la industria financiera, provocada por las distintas crisis económicas que hemos vivido. En segundo lugar, el hecho de que los inversores estén cada vez más conscientes del impacto que los asuntos medioambientales, sociales y de gobierno corporativo pueden llegar a tener para minimizar riesgos o aumentar rentabilidad.
Sin embargo, todavía hay espacios de mejora. Para consolidar esta tendencia, serán fundamentales la transparencia y la homogeneización. La sociedad exige a las corporaciones una mayor apertura, que hoy se asocia con una mayor demanda de estándares globales de informes que permitan interpretar datos independientemente del ámbito geográfico de las organizaciones.
En ese escenario, para este año se visualizan varios temas a profundizar, como el impulso de la sostenibilidad, la cooperación y la voluntad política, la creciente importancia de la ‘S’ en la región, la lucha contra el greenwashing, la preeminencia de los aspectos ASG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza) en la toma de decisiones y los desafíos que enfrentan las cadenas de suministro a escala transversal.
Con lo primero se apunta a la tarea de los gobiernos de continuar implementando en el corto plazo marcos de políticas concretos que brinden las señales correctas a todos los actores públicos y privados para definir estrategias, inversiones y operaciones alineadas con la maximización de la contribución a los Objetivos de Desarrollo Sostenible hasta lograr la descarbonización total. Una vez definidas las políticas, se deberán fijar metas ambiciosas que midan los resultados de la estrategia adoptada a lo largo del tiempo.
Esto permitiría a América Latina transformarse en un mercado plenamente competitivo a nivel global mediante un modelo económico que promueva la sostenibilidad y la creación de empleos sostenibles como estrategia para reducir las desigualdades.
Otra tendencia relevante es la consolidación de la variable social o «S». A nivel mundial, todos los criterios ASG ya son parte central de los procesos de decisiones de inversión, pero tienen un valor que varía dependiendo del área geográfica en donde se analicen. En ese sentido, lo social en América Latina tiene un peso más fuerte en comparación, por ejemplo, con Europa, donde existe un acento pronunciado en las problemáticas ambientales.
Sin duda, la «A» tendrá gran énfasis durante este año, estimulando aún más el desarrollo de las energías renovables, pero en la región 2023 será un año con foco en lo social, sobre todo en lo referido a capital humano. De esta forma, las culturas corporativas se orientarán a garantizar el compromiso de las empresas con sus trabajadores, medir el desempeño en materia de seguridad, y fortalecer las relaciones entre clientes y proveedores.
El crecimiento de la regulación y de los marcos de divulgación en todos los sectores también será una prioridad para la definición de inversiones, aunque requerirá mucho tiempo y recursos. Será un enorme desafío para empresas e inversores y puede implicar que los distintos actores estén más ocupados y preocupados con dar respuesta a las exigencias de cumplimiento que en el cumplimiento de los propios objetivos.
Recientes casos de greenwashing han puesto de manifiesto la importancia de aumentar y trabajar en materia de accesibilidad y estandarización. El correcto funcionamiento de una compañía debe sustentarse en políticas que representen la columna vertebral de la forma de hacer negocios, políticas que deben ser abiertas a todos los interesados. Tal es el caso de Enel Américas en donde nos preocupamos por la integridad del negocio a través de los diferentes instrumentos que difundimos públicamente, como el código ético, la política de derechos humanos y el plan anticorrupción, la cual está certificada con la norma ISO 37001 y ha sido reconocida solo por unas pocas empresas en América Latina.
A nivel local, en Chile, una clara iniciativa para evitar y perseguir malas prácticas en materia de gobierno corporativo es la nueva normativa relacionada con las Memorias Anuales que establece un aumento de la transparencia y reporte de información hacia el mercado, integrando todas las variables financieras, no financieras e impactos con el fin de evitar y perseguir el greenwashing en materia de gobierno corporativo, incluso con regímenes sancionatorios. Aunque queda mucho por hacer por parte de los actores de todos los sectores, estamos avanzando por el camino correcto.
Por otro lado, los aspectos ASG seguirán siendo claves para la toma de decisiones corporativas. Muchas compañías ya han incorporado la sostenibilidad en su estrategia de negocio, lo cual implica tanto un cambio cultural, de paradigma, dentro de la organización, como del diseño de procesos y herramientas que permitan su verdadera integración a toda la cadena de valor. Es así como, al analizar las inversiones que realizan, ya no basta con enfocarse 100% en si un proyecto es financieramente rentable o no, sino que se evalúa cómo una decisión afecta a todos los stakeholders desde diversos puntos de vista.
Finalmente, este año volveremos a dialogar sobre la sostenibilidad de las cadenas de suministro. Durante 2022 se instaló una preocupación a nivel global en torno a este tema, principalmente debido al contexto geopolítico relacionado con el conflicto Rusia-Ucrania. Esto nos ha obligado a reflexionar en torno a lo expuestos que nos encontramos como región a posibles rupturas en las cadenas de suministro en distintas industrias, y a cómo nos podemos preparar para que esto no suceda.
Además, el mundo está buscando que las empresas establezcan metas relacionadas a las emisiones de CO2 relacionadas al alcance 1, 2 y 3, en este último es donde se refleja la cadena de suministro. Por eso, las empresas deben preocuparse de tener la cadena de suministro lo más sostenible posible.
En definitiva, tenemos por delante un año crucial para seguir aportando a este desafío compartido, en un entorno propicio cargado de oportunidades para inversores que buscan rentabilidades más atractivas y con un menor riesgo, lo que contribuirá al desarrollo de toda la región.