Agroindustria: ¿problema o solución del cambio climático?

1920 1080 Revista RS Edición 99

Autores: Gema Sacristán, Directora General de Negocios, BID Invest  y Guillermo Foscarini, Jefe de Agronegocios, BID Inves

Con frecuencia, cuando pensamos en contribuir a frenar el cambio climático, pensamos en ser más cuidadosos, apagar la luz y ahorrar energía. Y sí, pero no solo. Hay muchos más frentes que requieren de nuestra actuación para paliar el aumento de temperatura del planeta. Hoy quisiéramos llamar su atención sobre el sistema agroalimentario, que es parte del problema y también de la solución.

Es parte del problema porque el sistema agroalimentario –es decir, agricultura, ganadería, silvicultura y uso del suelo— es responsable de un tercio de las emisiones de gases contaminantes, más que el sector de aviación. A más cambio climático, más se agrava el problema: más se agudizan las sequías e inundaciones, menos diversidad y más problemas para la polinización, menos terrenos aptos para usos agrícolas y ganaderos en un mundo en el que agua es escasa y, por supuesto, menos rendimiento de las cosechas.

Estamos ante “la pescadilla que se muerde la cola”, algo que debemos afrontar y gestionar adecuadamente para no empujar a la humanidad entera a un grave problema de seguridad alimentaria, como advierte las Naciones Unidas. Algo de esto estamos viendo ahora que, con la invasión de Rusia a Ucrania y los problemas de suministro derivados, se han disparado los precios de las materias primas y de los productos alimentarios básicos en todo el mundo. 

Sin tomar medidas, ninguna región estará a salvo de los problemas de seguridad alimentaria. Porque nadie es ni puede ser autosuficiente en un mundo especializado y globalizado.

América Latina y Caribe (ALC) es, junto con Asia y África, una de las regiones más vulnerables por varios motivos. Uno, la alta dependencia que tienen sus economías de los recursos naturales y de las materias primas: la agricultura tiene un enorme peso en la región, en torno al 5%, aunque si se analiza el valor agregado al PIB, su peso se duplica al 10%-11%: cifra que está más en línea con su aportación al empleo agregando puestos de trabajo directos e indirectos. Además, por su geografía y orografía, la región sufre con más intensidad los impactos y efectos del cambio climático como olas de calor, inundaciones, subida del nivel del mar, erosión de la costa, entre otros, según la Organización Meteorológica Mundial. 

Debemos repensar un sistema agroalimentario de la región que, durante décadas, ha cosechado logros importantes, pero demasiado a expensas de elevados costes medioambientales. Según datos del Banco Mundial, la agricultura de ALC utiliza más de un tercio de la superficie total, consume prácticamente tres cuartos de los recursos de agua dulce y genera casi la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero de la región. Pese a ese gasto enorme de recursos, 56 millones de personas en ALC pasan hambre y otros 268 millones se enfrentan a inseguridad alimentaria. Este problema se ha agravado estos años de pandemia y, con la crisis que viene, adquirirá dimensiones aún más preocupantes. 

Es urgente repensar el modelo del sistema agroalimentario y avanzar con decisión hacia una agricultura sostenible. Aprovechar las nuevas tecnologías como la Inteligencia Artificial, el Big data o Blockchain es vital para avanzar en el camino de la innovación en el sector, sobrepasar los desafíos que se imponen y aumentar el desempeño agrícola.

La receta que aportamos desde el Grupo Banco Interamericano de Desarrollo para avanzar es fácil de intuir: reforzar la investigación agrícola de los sectores público-privado, expandir el alcance y uso de tecnología digital, invertir en infraestructura agro-logística, mejorar las habilidades de ganaderos y agricultores, promover y facilitar el comercio regional y global, promover productos financieros para la gestión de riesgos y disponibilidad de créditos, invertir en sistemas de riego eficientes, alcanzar la neutralidad de carbono, entre otros.  

Los nuevos mandatarios de ALC deben retomar la tarea de colaborar y establecer mecanismos de cooperación realmente efectivos. Hay que pensar y actuar conjuntamente para evitar las amenazas y capitalizar las oportunidades. Colaborar a todos los niveles, vertical y horizontalmente.

Juntos debemos crear un sistema alimenticio más seguro y sostenible, donde los diferentes participantes de la cadena de valor –productores, proveedores, distribuidores, comerciantes y consumidores estén conectados de manera transparente en aras un beneficio conjunto. Un beneficio para todos. 

No nos referimos solo a la población de América Latina y Caribe, sino al mundo entero. Recordemos que la región desempeña un papel fundamental en la configuración de los patrones climáticos globales: sus vastos bosques y sabanas son los pulmones del mundo. Además, es la región con mayores exportaciones netas de alimentos. Argentina y Brasil, por ejemplo, pueden cubrir sin problemas las necesidades en el abastecimiento mundial de cereales. 

Hay que avanzar desde los modelos de producción tradicionales a otros más eficientes y sostenibles. Habrá que hacer sacrificios, sí, pero los beneficios son muchos y más grandes que los sacrificios. No lograr un sistema agroalimentario sostenible hará que ALC se ahogue en sus propios problemas. Desarrollarlo permitirá paliar el cambio climático, pero también asegurar el crecimiento, luchar contra la pobreza, combatir el hambre y la malnutrición y dotarse de sistemas resilientes que ayuden a promover la prosperidad económica y social en la región. Y en el mundo.



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