Por: Maria Camila Forero, Especialista en Riesgo ASG en Protección S.A.
Magíster en economía de la Universidad de los Andes. Cuenta con 4 años de experiencia en inversión responsable, incorporación de criterios ASG en el proceso de inversión, ahorro para la vejez y sistemas pensionales. Actualmente, se desempeña como especialista en Riesgo ASG en Protección S.A. y es columnista de RCN en línea.
Antes de hablar de inversión responsable, me parece fundamental primero explicar el papel de los inversionistas en la sociedad. A mí me gusta concebir a los inversionistas como la gasolina de la economía, porque mediante modelos y análisis complejos intentamos identificar las industrias y países que serán los motores de crecimiento en los próximos años, y así saber dónde poner la gasolina. Este redireccionamiento de recursos a los sectores y países con las mejores oportunidades de crecimiento contribuye a la expansión de industrias, a la construcción de proyectos de infraestructura (como nuevas carreteras o plantas de energía); a que María o Juan puedan financiar la compra de su casa y que en el agregado se generen empleos y crecimiento.
Recordemos que un inversionista puede ser cualquier persona que tenga un excedente monetario y, en cambio de guardarlo debajo del colchón, prefiera invertirlo en una empresa, un fondo o una persona que luego de un tiempo le entregue algún tipo de rendimiento por creer en su idea. Cuando las personas con excedentes monetarios deciden delegar las decisiones de inversión o cuando existe en los países algún tipo de ahorro obligatorio, se crean administradores de este dinero que son empresas con personas expertas y que se dedican exclusivamente a realizar estos análisis de la forma más completa posible para tomar las mejores decisiones de inversión. Generalmente, estas empresas se conocen como inversionistas institucionales o administradores de activos.
Estos análisis complejos, hasta hace menos de 20 años, incluían solamente variables financieras de las empresas o fondos, relacionadas con ingresos, gastos, nivel de apalancamiento, EBITDA, entre otras. También se consideraban variables macroeconómicas, como la inflación, el desempleo, la tasa de interés y el crecimiento. A pesar de que desde finales de los años 80, con la teoría de los grupos de interés (stakeholders) de Edward Freeman, se estableció que el valor de una empresa no es solo el que genera a sus accionistas (shareholders), sino también el que brinda a sus clientes, proveedores, trabajadores, inversionistas y comunidades (stakeholders).
Es importante mencionar que los inversionistas, entre ellos los institucionales, no eran ajenos a estas discusiones, y las primeras aproximaciones a invertir utilizando criterios más allá de los financieros se empezaron a realizar con el objetivo de seguir principios morales o religiosos de sus clientes. Generalmente, se excluían ciertos sectores del universo de inversión, como la producción de alcohol, tabaco o armas, o países con ciertas creencias o modelos políticos alrededor de los años 50.
Sin embargo, no fue hasta principios de los años 2000 que se hizo más evidente que el uso de variables no financieras iba mucho más allá de una cuestión moral, y se presentaban afectaciones en el desempeño de una compañía cuando no manejaba bien temas de sostenibilidad. Por ejemplo, cuando las condiciones laborales no eran adecuadas y se presentaban paros de los trabajadores o el pago de multas por contaminación ambiental que traía costos también para comunidades aledañas.
Así, se empezaron a desarrollar mediciones del desempeño en sostenibilidad que se pudieran utilizar para la creación de índices de mercado, como una iniciativa de los mismos inversionistas, el primero en crearse fue el Índice Jantzi que ya cumple 23 años. Esto abrió la puerta a que el tema se empezara a hablar en el mundo financiero, lo que concluyó en la creación de los Principios de Inversión Responsable (PRI por sus siglas en inglés), una iniciativa de mercado que sentó las bases de la inversión responsable.
En la actualidad, se ha avanzado de forma importante en la incorporación de este nuevo grupo de variables en el proceso de inversión. Las variables terminaron por agregarse en tres categorías: Ambientales, Sociales y de Gobierno Corporativo (ASG o ESG por sus siglas en inglés). Ahora, además de índices, hay proveedores de información ASG. También hay fondos que se dedican a invertir para generar resultados en sostenibilidad y muchos inversionistas integran estas variables en sus análisis de inversión.
En mi opinión, ningún proceso de inversión está completo si no se incorporan estas variables en el análisis, y más si se está invirtiendo para el largo plazo (periodos de más de 5 años).
Es importante indagar si una empresa incorporó el cambio climático en su modelo de negocio y si está preparada para afrontarlo.
También es relevante conocer cuáles son los controles y procesos que tienen para evitar o minimizar su daño ambiental y compensarlo si se materializa. Conocer las prácticas de equidad y diversidad dentro de las organizaciones son fundamentales para lograr mejores resultados, los equipos diversos logran soluciones más innovadoras, creativas y de manera más rápida. Asimismo, es importante analizar los procesos y canales de defensa contra la corrupción y fraudes, el respeto por los derechos de los accionistas sin importar su tamaño, entre otros aspectos.
En Colombia, la conversación se empezó a tener desde el 2010. Inicialmente, se centró en las exclusiones de sectores controversiales. Sin embargo, y como vimos que también pasó en el mundo, el tema tomó relevancia en el año 2018, cuando las administradoras de fondos de pensiones tomaron la decisión de emprender la transformación de su proceso de inversión a uno sostenible.
Dado que son la gasolina, el impacto que ha tenido empezar a tener estas conversaciones con diferentes actores del mercado ha llevado a que los grandes emisores locales: Ecopetrol, ISA, Cementos Argos, el Grupo de Energía de Bogotá, Bancolombia y muchos otros empiecen a gestionar riesgos relacionados con los factores ASG. Ahora, tener conversaciones sobre el cambio climático en una asamblea de inversionistas es cada vez más normal y, de hecho, es necesario.
Hemos avanzado a gran velocidad. Sin embargo, hay mucho camino por delante. Se debe continuar mejorando la calidad de la información ASG para los emisores de renta variable y renta fija, cuantificar financieramente las pérdidas asociadas con estos factores y avanzar más en la integración de estos factores para todos los tipos de activos.
Concluyo diciendo que la gasolina de Colombia, y el mundo, es cada vez más sostenible y, con eso, estoy convencida de que estamos construyendo el mejor futuro posible.
Excelente columna, muy bien presentada y explicada con un lenguaje sencillo pero efectivo, para que todos entendamos la importancia de considerar el medio ambiente en la inversión. Felicitaciones, es un concepto muy importante para entender las inversiones y cambios a futuro