Entrevista a Carlos Adrián Flórez, Director General Unidad de Planeación Minero Energética de Colombia

Entrevista a Carlos Adrián Flórez, Director General Unidad de Planeación Minero Energética de Colombia

1920 1280 Revista RS Edición 100

CARLOS ADRIÁN CORREA FLÓREZ


Director General
UPME

Con más de 17 años de experiencia profesional en sistemas de energía eléctrica a nivel industrial, investigación de alto nivel en múltiples áreas de la ingeniería eléctrica, energías renovables, planeación de redes de transmisión y redes inteligentes, investigación de alto nivel y energías renovables; el ingeniero Carlos Adrián Correa Flórez, actual director general de la UPME, nos comparte su opinión sobre cómo la transición energética en Colombia se está llevando a cabo.

¿Qué cambios culturales, sociales y medioambientales deben generarse para que sea posible una transición energética sustentable en Colombia?

C.C.: Necesitamos cambios en los patrones de consumo; en lo individual sí, pero eso es incompleto. Finalmente nosotros como individuos, a pesar de nuestros cambios comportamentales en lo que consumimos y cómo lo consumimos, en últimas consumimos lo que se pone en el mercado: y de nosotros no depende lo que se pone en el mercado. Lo que se pone en el mercado ya está decidido por unas lógicas de maximización de ganancias sobre las cuales nosotros no tenemos injerencia.

Tal vez como individuos podremos elegir entre un producto y otro, pero más allá de eso, desde nuestro papel de consumidores, no tenemos un poder de decisión determinante. El poder de decisión reposa en la estructura de producción y de distribución de mercancías, y sobre eso no tenemos mucho qué elegir. (…) Entonces terminamos siendo un agente muy pasivo. Y lo que nosotros, como seres humanos, desde nuestra individualidad, podemos aportar realmente es muy marginal: apagar el bombillo, cerrar la llave mientras nos cepillamos o bañarnos en menos tiempo son cosas que suman, pero, hay que ser honestos: suman muy poco. Los consumos realmente importantes están en otros sectores. Por ejemplo, los consumos de agua realmente relevantes están en el sector de hidrocarburos, en la minería, en la gran industria. Los grandes consumos energéticos no están en transporte generalizado ni en lo que nosotros como seres humanos podemos consumir; si todos somos superjuiciosos, ahorrando energía y apagando las luces, realmente lo que va a pasar en cuanto a impactos es muy poco, y pues infortunadamente esas son las cifras y los números.

Siempre se ha querido llevar al consumidor como el principal responsable de los cambios; y creo que ahí ya hay un principal error conceptual inicial, debemos desplazar esa carga hacia otros lados. Si bien es importante, también es insuficiente. Si queremos obtener esos cambios en términos ambientales, sociales y energéticos, debemos remitirnos a la producción: cómo se producen las cosas y por qué se producen de cierta manera. Si no llevamos la discusión hacia la producción, la ecuación queda realmente incompleta.

(…) Entonces cuando analizamos la producción realmente podemos encontrar otros factores interesantes que sí generan impactos mucho más grandes al tratarse de cambios, porque simplemente estadísticamente o porcentualmente allí es donde estos cambios significativos se gestan. Fuera del consumidor y del consumo debemos desplazarnos hacia cómo y por qué se producen las cosas como se producen sin contar, por supuesto, con que la mayoría de cosas que se producen realmente son inservibles, no aportan a la felicidad, no generan mayor bienestar, sino que generan un ciclo casi que interminable de producción, consumo, desecho, en donde se prioriza la ganancia, pero no se genera un valor social agregado. Si comparamos nuestras generaciones, por ejemplo, con las generaciones de hace cuarenta o cincuenta años, nosotros tenemos mayor acceso a cosas que tal vez nuestros padres no tenían, nosotros podemos acceder a celulares, computadores, televisores; pero nosotros no podemos acceder a casas. Nuestra generación es una generación que porcentualmente, comparada con la de nuestros padres, se está quedando sin techo. Podemos comprar muchas cosas, diversos bienes de consumo, pero lo fundamental está quedando fuera de nuestro alcance. Esto corresponde a una lógica de producción y reproducción del capital en donde lo importante es la rotación de las mercancías con el consecuente daño ambiental y la intensidad energética que eso implica.

Están entonces el consumo, la producción, que a veces siento que se deja de lado, y otra muy importante que es la inversión: cómo se invierte el dinero y los sectores en los que este se invierte. Si nosotros queremos un cambio energético y social que tenga un real impacto, debemos centrarnos en el consumo, pero no solo en el consumo de los individuos, sino en el consumo de la industria y de los sectores donde verdaderamente están los consumos que pueden significar un cambio; en segundo lugar, en la producción, cómo y por qué se producen las cosas como se producen; y tercero en las inversiones, qué atrae las inversiones y dónde los estados están invirtiendo sus recursos, por supuesto, por ejemplo, la inversión en los combustibles fósiles tiene que tender a disminuir para desplazar ese capital hacia otros sectores menos intensivos o nocivos. Entonces, esa es la tríada que debe ser articulada para poder empujar un poco el cambio mental y el cambio en la matriz energética, por supuesto.

¿Cuál de los tres elementos de la tríada que nos mencionó supone ser el principal desafío al que debemos prestarle atención para avanzar en la senda de la transición energética?

C.C.: Por nuestra condición sociohistórica el tema de la inversión gana una relevancia alta. ¿Por qué? Porque de todas maneras nuestro consumo energético como país suele ser relativamente bajo con respecto a sociedades más avanzadas, si bien nosotros tenemos unas ineficiencias enormes. Por el lado de la producción, realmente es que ojalá pudiéramos centrarnos en el aparato productivo, pero nuestro aparato productivo como país es supremamente precario y pobre en comparación a otros. Pero sí hemos jugado un papel muy importante en términos de explotación de recursos naturales, en donde la inversión ha jugado un papel preponderante. Como hemos sido incapaces de desarrollar un aparato productivo serio, o inclusive lo hemos destruido, nos hemos convertido en una economía principalmente reprimarizada de tal manera que tratamos de apalancarnos con inversión principalmente extranjera vinculada a la extracción de hidrocarburos en general, minería, etc. De ahí sacamos una parte importante de nuestras regalías, programas sociales y demás.

Entonces, creo que en nuestro caso, y por el papel que han jugado estos países en ese entramado económico global, la inversión debería ser parte importante de la discusión; que de por sí es un poco de la discusión que estamos dando hoy en Colombia: ¿a qué le destinamos más pesos? ¿A explorar más hidrocarburos y a taladrar? ¿O a ir poco a poco transfiriendo capital de aquí hacia allá para ir transformando esas capacidades productivas hacia otro tipo de economías? Creo que por el lado de la inversión es por donde nosotros deberíamos tener un foco importante; y además entendiendo que los países que han podido generar una balanza comercial sana y han podido tener una posición fiscal relativamente sana también son los países que precisamente se enfocan en invertir pensando hacia dónde se moverá la economía con el paso de los años. Creo que nosotros por ahí todavía tenemos una oportunidad importante. Y todavía estamos relativamente temprano en toda esta discusión.

¿Qué oportunidades existen para potencializar más la inversión en pro de la transición energética?

C.C.: Esa pregunta se está respondiendo en la práctica con lo que está sucediendo actualmente y con el apetito que existe alrededor de las energías renovables, por los recursos que tenemos y por las excelentes condiciones como la velocidad del viento y la radiación que tenemos en Colombia. Actualmente, sí se están desarrollando inversiones en el sector de energía renovable. Desde la UPME nosotros lo vemos muy claramente porque nosotros damos la aprobación a dos cosas que son fundamentales para la transición energética.

En primer lugar, damos la aprobación a los nuevos proyectos de generación de energía independientemente de su tecnología, y lo que hemos visto es que actualmente la gran mayoría de proyectos que solicitan aprobación son proyectos de energía eólica y solar; la cantidad de proyectos de este tipo aprobados actualmente es enorme, incluso supera en capacidad instalada lo que ya está desarrollado en el país: hay un apetito enorme, hay más apetito de lo que técnicamente podemos aceptar en el sistema. Hemos aprobado más potencia en proyectos de energías renovables de lo que actualmente está en operación en todo el territorio inyectando energía al país desde fuentes hidráulicas y térmicas. Hay un enorme interés por desarrollar este tipo de tecnologías.

Otro elemento que a nosotros nos indica que esto está teniendo una fuerza importante es que las fuentes no convencionales de energía renovable son objeto de incentivos tributarios: exención de IVA, temas arancelarios, depreciación acelerada, deducción para el impuesto de renta, etc. Estos incentivos son aprobados por nosotros para los proyectos de fuentes no convencionales de energía. Anualmente, podemos estar recibiendo fácilmente unas mil trescientas o mil quinientas solicitudes de certificados de incentivos tributarios; en el último año estos incentivos han habilitado aproximadamente una suma de doce billones de pesos en inversiones asociadas a proyectos de energía renovable. Ahí se ve claro y materializado el cambio importante en lo que respecta a la inversión.

De cara al ODS 7, ¿qué iniciativas por parte de los gobiernos de la región, en materia de incentivos y políticas públicas, servirían eficientemente para acelerar la transición energética?

C.C.: Sí, otra de las cosas que toca impulsar es la reestructuración de los mercados de energía. Los mercados actuales de energía fueron concebidos en una época en la que primero el calentamiento global y la crisis climática no eran una prioridad, ¿sí?; dos, fueron concebidos en un momento en el que las principales fuentes de energía eran grandes centrales, principalmente térmicas e hidráulicas en una estructura absolutamente vertical, es decir: yo genero con grandes cantidades en un lado y mando eso a los centros de consumo.

Entonces, toda la estructura de mercado, la formación de precios, la transacción de energía en bolsa, etc., corresponde a una lógica que empieza a chocar con las dinámicas actuales en donde las energías renovables empiezan a jugar un papel importante, pues se trata de energías que no pueden ser centralmente despachadas porque tienen fluctuaciones y dependen de factores extrínsecos asociados al clima; esto genera unas lógicas completamente diferentes en los mercados de energía. Por otro lado, son fuentes con costo marginal cero, es decir, el energético primario en teoría tiene un costo cero: que sople el viento tiene costo cero, que salga el sol tiene costo cero; algo muy opuesto a tener que utilizar carbón o gas natural para prender una térmica. Entonces ese hecho de que el energético primario tenga un costo marginal cero genera unas lógicas completamente diferentes en los mercados de energía y los países tienen que avanzar en ponerse al día y en sintonía con una realidad que ya no es la de hace treinta y cinco o cuarenta años atrás.

Ahí en general todos los países estamos en deuda, inclusive los europeos, porque cambiar la lógica de mercado y la lógica marginalista, sobre la cual opera todo esto, no es algo fácil, implica tocar intereses económicos, algo que siempre levanta mucha ampolla. Hay personas que quieren hacer mucha plata con la energía, y no está mal; pero resulta que cuando empiezan a existir fuentes cuyo combustible, por decirlo así, cuesta cero, hay muchas otras lógicas que empiezan a jugar y tiene que haber unas transformaciones.

Entonces, eso por un lado. Y dos, ya no son las centrales típicas enormes, sino que empiezan a ser más distribuidas, mucho más cercanas a centros de consumo: granjas solares que pueden estar relativamente cerca a Bogotá, Medellín, etc. Eso también genera otras formas de remunerar las actividades en la energía eléctrica particularmente, a tal punto que se requieran unos cambios inclusive en las estructuras tarifarias; asimismo, habilitar que la energía pueda ser también generada localmente implica cambios normativos y regulatorios para que eso sea atractivo, y para que si yo me animo a poner un panel solar en el techo de mi casa, eventualmente pueda inyectar energía a la red y eso me lo remuneren de manera atractiva, de tal forma que eso pueda masificarse a tal punto que sea parte del día a día en la estructura de los mercados. Entonces esas son dos o tres cosas en las que todavía estamos un poquito en deuda y las cuales tal vez puedan ponerle el palo en la rueda a una mayor masificación de este tipo de tecnologías asociadas a las energías limpias.

¿Qué tan viable y sustentable es la transición energética en Colombia y en la región de Hispanoamérica? ¿Cómo ve el futuro de la transición energética?

C.C.: Yo creo que es algo que definitivamente se va a dar. Por los mismos recursos que tenemos y por lo que se está viendo del interés que hay alrededor del desarrollo de proyectos particulares.

Desde el punto de vista técnico, hay que hacer grandes cambios. Es cierto que hay bastantes retos desde lo técnico, las fuentes de energía renovable, precisamente por su variabilidad e impredecibilidad, implican cambios importantes en el sistema que soporta la matriz eléctrica: dispositivos nuevos para el control de frecuencia, de voltaje, etc., cosas que hoy en día hacen las plantas tradicionales, pero que muchas de las plantas de energía renovable no lo pueden hacer; toca entonces transformar el sistema eléctrico. Por fortuna esas tecnologías ya están inventadas, es un reto, no es fácil, es costoso, pero ya está inventado. Hay soluciones.

De hecho, en la UPME, en el plan de expansión que estamos desarrollando en este momento vamos a incluir por primera vez unos compensadores que justamente cumplen con la función de adecuar y ayudar al sistema para poder incorporar grandes paquetes de energía renovable. Sabemos que el sistema requiere cambios y por eso estamos preparándonos. No es fácil, toma tiempo, por supuesto, pero por eso se planea desde la previsión de los problemas que pueden venir en años futuros. Nos falta mucho. Más desarrollos normativos, más aprendizaje –porque estamos llegando tarde a esta conversación en el mundo–, y en eso estamos; y este proceso hace parte de poder tomar las mejores decisiones técnicas, teniendo en cuenta que por fortuna hay otros países que ya pasaron por estas discusiones y que podemos utilizar una parte importante de las conclusiones y de las soluciones que han encontrado más efectivas.