Por: Fred Seifert, Jefe de Operaciones para Latinoamérica y el Caribe de SITAWI – Colombia
Profesional en Economía y Máster en Políticas Públicas en la Universidad Federal de Río de Janeiro. Tiene estudios en Sostenibilidad en Schumacher College y certificados en valoración financiera avanzada (ANBIMA), ARAS y CC (UNEPFI). Trabajó en el área de Mercado de Capitales del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES). Merecedor del premio de Finanzas Sostenibles en 2012, otorgado por Itaú por su trabajo sobre valoración ambiental para los sectores de petróleo y gas. Actualmente se desempeña como Jefe de Operaciones de América Latina y el Caribe (ex-Brasil) de SITAW.
El 2020 puso a la sociedad frente a la mayor crisis socioeconómica en más de un siglo. Por otro lado, también fue el año de las finanzas sostenibles. El tema alcanzó cifras significativas y se convirtió en una de las expresiones más comentadas en el mercado financiero –y continúa siéndolo en 2021-. Latinoamérica no escapó de este contexto, convirtiéndose en una de las nuevas fronteras de la inversión responsable -IR-, pero aún tiene una larga jornada por delante.
Antes de la pandemia del COVID-19, que catalizó el crecimiento de la IR con el reto claro de que se debe propender por una economía más sostenible para evitar crisis similares, ya surgían evidencias sobre la importancia de la incorporación de los temas ambientales, sociales y de gobierno corporativo -ASG- en las decisiones de inversión. Si bien, ya era esperado que estos temas tengan impacto económico positivo, especialmente en los mercados en desarrollo, quedó más evidenciado que las inversiones que consideran factores ASG superan a las inversiones “tradicionales”.
Sin embargo, si observamos el total de dinero invertido a lo largo de la historia del sistema financiero en el mundo, notaremos que ese dinero no se movilizó mucho en el tiempo. Lo que fue asignado, hasta ahora, bajo los criterios ASG, es bajo, comparado al riesgo sistemático, al riesgo financiero y a las oportunidades: el mercado de IR tenía USD 35.3 trillones en activos en 2020, apenas un 36% de las inversiones puede ser consideradas responsables – aun así, un crecimiento de 15 % frente a los dos años anteriores.
Considerando la inversión de impacto (II), que tiene el objetivo de generar efectos ambientales y/o sociales específicos e intencionales, el panorama es aún más crítico. Se estima que menos de 1% de los activos financieros estén bajo estrategias de II. No hay cifras específicas de IR e II para Latinoamérica. Asimismo, son mercados muy concentrados en países y regiones más desarrollados económicamente, como los EEUU, Canadá, Europa y Japón.
Estos bajos porcentajes se ven no solamente en el sistema financiero, sino en las políticas públicas. Aunque la mencionada necesidad por una recuperación verde (o green recovery, en inglés) para la construcción de una economía más sostenible haya sido identificada e impulsada para la situación post-pandemia, ella tuvo un alcance geográfico limitado.
La Unión Europea, por ejemplo, discutió un acuerdo verde (green deal, en inglés) para su reconstrucción económica, además de ser la región que más ofreció recursos de estímulo económico verde. Por otro lado, la mayoría de los países LAC reforzó los modelos de negocio no sostenibles pre pandemia a través de estos paquetes.
Asimismo, podemos identificar tendencias positivas y esperar una Latinoamérica cada vez más fuerte en las finanzas sostenibles. Los mercados de bonos verdes, sociales y sostenibles son un ejemplo. Ya son USD 48 mil millones en emisiones de bonos de estos tipos en la región. Entre 2020 y 2019, hubo un crecimiento de 82% en dichas emisiones. Es probable que el continente supere significativamente el 2% de participación mundial en dichas emisiones pronto.
Otra tendencia interesante es el incremento de opciones de fondos responsables: aquellos que incorporan las variables ASG en el proceso de selección de sus inversiones, a través de una metodología propia de la gestión de activos. A fines de 2020, se estimaba un patrimonio superior a USD 1.2 mil millones en activos en estos fondos en Brasil y aproximadamente USD 450 millones en México.
Por su parte, Colombia es uno de los países líderes para las finanzas sostenibles en la región. El país posee una larga trayectoria, desde el Protocolo Verde (2012), un acuerdo entre el gobierno y el sector financiero, que busca unir esfuerzos para promover el desarrollo sostenible de Colombia.
Además, la reciente Declaración para la Inversión Responsable en Colombia (2020) une a entidades del sector público y privado para el fomento de este tipo de inversión en territorio colombiano. Con eso, el país se establece como uno de los mercados con mayor potencial y compromisos para IR en la región.
Otro hito de gran importancia es la creación de una Taxonomía Verde, que viene siendo trabajada por la Superintendencia Financiera. Esta Taxonomía facilitará la inversión en proyectos sostenibles, y por lo tanto el desarrollo de este mercado.
Finalmente, se puede mencionar el proyecto regulatorio por parte de la Superintendencia Financiera de Colombia. Esta circular busca que los riesgos y oportunidades ASG, especialmente los climáticos, sean considerados en las políticas, prácticas y decisiones de inversión de los agentes de mercado.
Latinoamérica tiene un gran potencial para ser explorado en IR, pero es importante que tanto reguladores como inversionistas no lo tomen como simplemente un tema de moda. Si bien es cierto que el 2020 fue el año de las finanzas sostenibles, cabe resaltar que este no será el único año y que en los próximos años se consolidarán las IR aún más.