La trascendencia (o transcendencia) es una de las búsquedas más anheladas de todas las sociedades. La historia demuestra que la humanidad, desde sus orígenes, sin importar su cultura, ha dedicado tiempo a hallar la manera de “estar o ir más allá de algo”, como define a este término una de las acepciones del Diccionario de la lengua española, RAE.
La evolución del pensamiento humano se ha fundamentado en descubrir misterios que desconocemos, incluso aquellos tan naturales como la vida o la muerte, pero de los que ignoramos sus orígenes y que se han convertido en la base de las religiones universales: la transcendencia.
En la actualidad, percibo una sociedad que crece y abandona muchas de las tradiciones históricas: una comunidad que está edificándose con pilares basados en la desconfianza, en el materialismo, en la ‘idealización’ como verdad y en una tecnología que ofrece y premia cuando se consigue banalmente ‘transceder en bites’…
¿Qué historia estamos construyendo? ¿Tenemos claridad y consciencia de que nunca como ahora podemos realizar los cambios por los que muchas generaciones anteriores entregaron sus vidas? ¡Eso sí sería transceder!
Construir sociedades equitativas, acabar el hambre, la guerra y la pobreza a nivel mundial, oferta educativa de calidad para todos los seres humanos, trabajo digno y bien remunerado… son algunas de la metas que, desde el 2000, viene promulgando la Organización de Naciones Unidas. ¿Estamos preparados y viviendo con ese enfoque?
En ocasiones siento a la humanidad que va por rutas opuestas. Hace poco le escuchaba a un joven decir que un amigo Londres estaba “rebien” y le preguntaba por el significado de ese término. Su respuesta inicial fue (típica de los jóvenes) pues “rebien es re re rebien”: entendí que su trancendencia era tener un trabajo y ganar buen dinero. Quizá, por la abundancia y escaces de esas bases elementales, nos estamos conformando con tan poco para construir nuestra historia.
Entreparéntesis
Recientemente falleció mi padre. Les pido este pequeño espacio personal para agradecerle por tanto que hizo por mí; sin él, este medio no hubiese existido. Sé que su SER está en el lugar donde TODOS vamos a estar, reunidos en la unidad con Dios.
Hoy, cuando detallo hacia atrás, me doy cuenta que todas las piezas del pasado estaban muy ordenadas y que cada una encajó perfectamente para que yo llegara hasta aquí. Eso no era una casualidad.
Gracias por todas las palabras de cariño recibidas ante esta ausencia.
¡Mi padre, ya transcendió!